7 de octubre de 2009

SE DEBILITA CALDERON FRENTE A GOBERNADORES

Por: Laura Vega
El Economista
07/10/2009

La relación del presidente Felipe Calderón con los gobernadores ha estado marcada en este último año por la distancia y los desencuentros con las administraciones perredistas.
Los analistas consideran que ha habido un trato diferenciado a las administraciones locales
La relación del presidente Felipe Calderón con los gobernadores ha estado marcada en este último año por la distancia y los desencuentros con las administraciones perredistas, la figura presidencial ha sufrido un debilitamiento frente a los gobiernos locales del PRI a raíz de las elecciones intermedias, coinciden politólogos.
Y es que de las siete reuniones de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago) que se han realizado durante su sexenio, no ha acudido a las últimas tres. En su lugar, ha tenido mayor contacto por medio de los Consejos Nacionales de Seguridad Pública.
Aun así, el tema de la inseguridad en el país los ha confrontado y su relación con el jefe de gobierno del DF, Marcelo Ebrard, continúa siendo fría. En tanto que los priístas se han fortalecido en el plano electoral.

Disputas en el discurso

Los especialistas Ivonne Acuña, de la Universidad Iberoamericana, y José Fernández Santillán, del Tecnológico de Monterrey, consideran que ha habido un trato diferenciado de la administración calderonista en las acciones con los gobiernos locales.

Acuña expone que en Chihuahua durante los operativos de seguridad, las fuerzas federales entraron con el apoyo del Gobernador, a diferencia de Michoacán, donde fue un desatino no avisarle a Leonel Godoy.

Éste ha sido uno de los principales temas que los ha mantenido enfrentados, al menos durante el último año y medio, desde que se firmó el Acuerdo Nacional por la Seguridad, la Justicia y la Legalidad.

Aunque ha habido acercamientos, los mandatarios estatales del PRD no han podido ocultar su molestia por lo ocurrido en mayo pasado en Michoacán, donde fuerzas federales detuvieron a 27 servidores públicos.
De ahí que Godoy argumentó en junio pasado que se había violado la soberanía de la entidad. Este hecho distanció aún más a Calderón de los gobernadores perredistas. Pero no quedó ahí, porque en un evento posterior, el Ejecutivo aprovechó para lanzar una indirecta a aquellos que no querían cooperar.

Del morelense y panista, Marco Antonio Adame, dijo que en lugar de ponerse a reclamarle al gobierno por “hacer su tarea” al atrapar delincuentes y funcionarios, colabora. Y a quienes no, les advirtió: “No es que pidamos permiso, es nuestro deber hacer nuestro trabajo”.

Otro tema fue el de la influenza, donde les agradeció que se coordinaran sin consideraciones políticas en un encuentro en Los Pinos, a donde por primera vez acudió el perredista Marcelo Ebrard, pero también hubo revelaciones posteriores.

Pese a que nunca mencionó a los gobernadores, en Quintana Roo, dio a conocer: “Había autoridades en los estados que, por ejemplo, rechazaban que nosotros diéramos información de que había casos de influenza en sus propios estados, porque eso podía preocupar a la población”.

Otro punto de discordia ocurrió en Sonora al registrarse el incendio en la guardería ABC. Aunque el gobernador Eduardo Bours ya estaba a punto de terminar su mandato, durante las investigaciones para encontrar responsables, expresó estar indignado por el resultado y exigió al gobierno federal responder a las atribuciones que le corresponden.

Visitantes frecuentes

Aun así los gobernadores han sido visitantes frecuentes en Los Pinos y Palacio Nacional.
Panistas, priístas y perredistas han tenido que acudir a reuniones para tratar desde la presentación del Plan Nacional de Desarrollo, el Plan Nacional de Infraestructura, los proyectos anticrisis, los Consejos Nacionales de Seguridad, la influenza y hasta la reforma hacendaria.

Al principio del sexenio para cabildear la reforma hacendaria, Calderón se reunió con ellos. El único ausente fue Marcelo Ebrard, quien evitaba los eventos públicos con el Mandatario, y en su representación enviaba a su secretario de Gobierno, José Ángel Ávila.

Pero este alejamiento no duró mucho, ya que desde el año pasado Ebrard cambió la estrategia y comenzó a participar. Incluso acudió al Tercer Informe de Gobierno del Ejecutivo, pero evitó a toda costa saludarlo o despedirse.

Con otros como Mario Marín de Puebla la relación si bien no es cercana, ya no es de enfrentamiento, como sí lo era cuando Calderón contendía para la Presidencia y se manifestó frente al Palacio de Gobierno pidiendo un juicio político en su contra.

Con el michoacano Leonel Godoy ya se inició el restablecimiento de las relaciones, señal que envió la semana pasada cuando visitó Morelia para el desfile tradicional de José María Morelos y Pavón.
Con otros perredistas como Amalia García, de Zacatecas; y Juan Sabines, de Chiapas, hay un trato institucional.

En estos acercamientos con los gobernadores, los estados más visitados durante este año han sido Estado de México, Quintana Roo, Morelos y Guanajuato. Los menos, Tamaulipas, Durango y Colima.

Debilitamiento del Ejecutivo

Sin embargo, la fuerza del Ejecutivo se ha debilitado frente a los gobiernos estatales del PRI, el cual gobierna en la mayoría de las entidades. Acuña explica que la relación de cualquier Presidente con los gobernadores siempre se da en función de su fortaleza, ya que mientras más fuerte es, menos posibilidades tienen los mandatarios estatales de movilizarse por su cuenta.

Esta fuerza de la figura presidencial, dice, comenzó a disminuir desde el sexenio pasado y a raíz de esto muchos gobernadores priístas se fortalecieron.

En comparación con los sexenios priístas, el tricolor poseía un poder absoluto. En el caso de Carlos Salinas de Gortari logró posicionarse a pesar de las crisis de legitimidad que tuvo al inicio de su sexenio, removió a los gobernadores que le eran incómodos y puso sus cartas fuertes en distintos sindicatos para defenderse de esa debilidad. Mientras que Calderón, expone Acuña, tiene un contexto que no lo ayuda incluso por la crisis económica internacional, lo cual le ha restado fuerza.

La versión electrónica de esta artículo puede consultarse en:


13 de septiembre de 2009

Muere Margarita García Flores



Este jueves se confirmó la muerte de Margarita García Flores quien, a los 18 años, fuera directora de la sección femenil del PRI y una de las principales impulsoras del voto de las mujeres en México. García Flores fue regidora, diputada federal y senadora suplente por el mismo partido, en un momento en que las mujeres luchaban por conquistar el derecho a votar y ser electas. Sus cenizas, llegaron el miércoles a Nuevo León, su estado natal.

Margarita García Flores, junto con otras dirigentes e intelectuales, presentó una propuesta al entonces candidato a la Presidencia, Adolfo Ruiz Cortines, para extender el sufragio universal a las mujeres.

“¡Qué lo repita! ¡Qué lo repita!”, era el grito estruendoso que emitía, al lado de más de 20 mil mujeres congregadas en el Parque 18 de Marzo de la Ciudad de México el 6 de abril de 1952, para comprometer al candidato presidencial a que cumpliera con su promesa de plasmar en la Constitución el derecho de las mexicanas a votar y ser electas.

Ruiz Cortines repitió su compromiso y la algarabía femenina se apoderó del lugar, señalan crónicas de algunas de las mujeres que se movilizaron por concretar una demanda feminista que databa de fines del siglo XIX.

Un año después de ese histórico mitin, el 17 de octubre de 1953, Ruiz Cortines --ya como presidente-- cumplió su palabra y promulgó las reformas constitucionales que otorgaron el voto a las mujeres en el ámbito federal, algo que hasta entonces era exclusivo de los hombres.

Se cumplía así un sueño, se consumaba una lucha y comenzaba otra que aún no ve final: la pelea por la ciudadanía plena de las mexicanas.

México, DF, 11 sep.09 (CIMAC).
http://www.cimacnoticias.com/site/09091101-Fallecio-Margarita.39320.0.html

27 de julio de 2009

En respuesta a Mario Vargas Llosa, “El prestigio, el crédito y la legitimidad son para quien las trabaja”

Por: Ivonne Acuña Murillo

Este escrito tiene como objetivo hacer algunas puntualizaciones en torno al artículo de Mario Vargas Llosa, titulado “Prohibido prohibir”, publicado el domingo 26 de julio de 2009, en la columna Tribuna, del periódico El País, mismo que reproduzco abajo y que puede ser consultado en su versión electrónica en http://www.elpais.com/articulo/opinion/Prohibido/prohibir/elpepiopi/20090726elpepiopi_12/Tes

Vargas Llosa comienza su texto afirmando que el eslogan de los jóvenes que participaron en los movimientos de 1968, “Prohibido prohibir”, mismo que da nombre a su participación, tuvo como consecuencias no deseadas el que toda autoridad sea considerada como sospechosa y se propone probar como esto ha provocado la destrucción de la autoridad del docente frente a sus estudiantes y no la destrucción del Estado. Utiliza para ello lamentables acontecimientos y que él retoma como ejemplo, sin mediar un análisis multifactorial, y a Michael Foucault, quien desde su perspectiva aparece como el ideólogo del desastre que supone poner en duda toda autoridad. En este escrito me permito disentir de la postura de Vargas Llosa por varias razones.

Primera puntualización, los jóvenes del ’68 no estaban en contra de la autoridad como tal sino en contra del “autoritarismo” no sólo estatal (del Estado) sino social (de todas aquellas instituciones que ejercen autoridad sobre los miembros de una sociedad como la familia, la escuela, la Iglesia, etc.). Por si Vargas Llosa no conoce la diferencia entre “autoridad” y “autoritarismo”, vayan las definiciones: “autoridad” (repito el término para que no haya confusiones y sigan las malas interpretaciones) es definida por la RAE como: 1. f. Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho; 2. f. Potestad, facultad, legitimidad; 3. f. Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia; 4. f. Persona que ejerce o posee cualquier clase de autoridad; y "autoritarismo” como: 1. m. Sistema fundado primariamente en el principio de autoridad; 2. m. Actitud de quien ejerce con exceso su autoridad; 3. m. Régimen autoritario. Partiendo de estas definiciones cabe preguntarse ¿contra que protestaban los jóvenes del ´68? Como aproximación cabe aclarar que no pretendían dinamitar el orden social existente, sino modificarlo. Dichas modificaciones pueden, siguiendo la estrategia retórica de Vargas Llosa, reducirse al slogan “amor y paz”, el cual puede interpretarse, para no abandonar al escritor peruano, como un llamado a hacer de éste un mundo mejor. Pero, ¿mejor cómo? De entrada, un mundo donde la guerra y la violencia no tuvieran lugar. Sin embargo, ese deseo no fue la primera expresión en la búsqueda de cambios, sino la libertad de expresión, de acción, de formación de una identidad propia, todo lo cual se encontraba limitado por el ejercicio “excesivo” de la autoridad estatal, paterna, escolar, sacerdotal, médica, etc. Por poner un ejemplo -de nuevo aparece el camino discursivo de “Don” Mario-, en México la policía podía arrestar a un joven por el hecho de tener el cabello más largo de lo “permitido”, lo cual remite a afirmar que “tener el cabello largo siendo hombre” estaba “prohibido”. También estaba prohibido, por mencionar un segundo caso, hacer manifestaciones públicas sin importar el asunto, tema o problema relacionado, por lo que el Estado podía acusar a quien así lo hiciera de “disolución social” (artículos 145 y 145 bis constitucional), delito que bien a bien podía querer decir cualquier cosa. En el ámbito privado también había prohibiciones, todas aquellas que fueran necesarias para mantener sujeta la voluntad de mujeres, jóvenes, niños y niñas a la excesiva autoridad masculina. Para concluir y volviendo a las definiciones, “prohibido prohibir” no supone el desconocimiento de toda autoridad sino una protesta en contra del autoritarismo estatal y social, en los términos aquí expuestos. Por lo que el primer argumento de "Don" Mario se viene abajo.

Segunda puntualización, los hechos expuestos por el escritor: las golpizas a profesores, los enfrentamientos entre pandillas a navajazos y palazos, los tiroteos, las violaciones sexuales, el consumo de drogas y alcohol, que presenta como resultado directo de la frase que da nombre a su escrito y por tanto de declarar toda autoridad como sospechosa, es no sólo una impresión producto de la falta de análisis sino un exceso, a propósito del autoritarismo que existe también en el espacio de las letras cuando un autor pretende tener la última palabra cuando de interpretar “la realidad” se trata. El caldo de cultivo que provoca el ambiente relatado por el autor y que sería un buen tema para alguna de sus novelas no puede reducirse a un solo factor. Él mismo al inicio de la narración habla de “las familias francesas empobrecidas que se codean” con inmigrantes de diversas nacionalidades, haciendo referencia sin quererlo a dos problemas sociales: la pobreza y la migración a los que se suman el alcoholismo, la drogadicción y el tráfico de armas, como él mismo afirma. Si se hiciera un análisis concienzudo de la relación de estos problemas con lo ocurrido dentro y fuera de las instalaciones educativas se vería que la falta de respeto a la autoridad y las agresiones dirigidas contra los docentes del liceo francés no son resultado únicamente de considerar sospechosa a todo tipo de autoridad sino de un conjunto de factores, como los ya mencionados, que provocan en los jóvenes estudiantes un sentimiento de rechazo, de falta de oportunidades, de un futuro incierto y a su vez violento en el que la escasez de recursos de todo tipo los convierte en competencia y enemigos uno del otro. En este caso, no son las luchas por lograr mayor libertad de expresión, espacios de participación y un mejor nivel de vida los que provocan una inversión negativa en los valores sino un sistema en el que el valor principal es la ganancia económica y cuyos procesos generan enormes espacios de exclusión y grupos de excluidos. En este caso, el segundo argumento de Vargas Llosa lleva a culpar a los actores de tan preocupantes eventos de aquello de lo que son víctimas y a ignorar la responsabilidad que las élites políticas y económicas tienen en el cambio de paradigmas y en el paso del Estado benefactor al Estado neoliberal que como tal ha renunciado a su deber de proteger a los sectores menos favorecidos de la sociedad y se ha aliado a los intereses de los grandes capitalistas, bajo la anuencia y complicidad de algunos intelectuales. Por cierto, es bajo este tipo de Estado que la educación y el trabajo se han convertido en mecanismos de exclusión social.

Tercera puntualización, ésta se deriva de la aclaración anterior y remite directamente a Michael Foucault y cuyo pensamiento, a decir de Vargas Llosa, no llevo al espíritu juvenil a la liberación creativa sino a convertir a los colegios en instituciones caóticas en “pequeñas satrapías de matones y precoces delincuentes”. En primer lugar, hace una generalización brutal al afirmar que todos los colegios “así liberados” son lugares sin orden ni regla. En segundo lugar, supone que la difusión de las ideas foucaultianas ha sido tal, que al menos en Francia, todos los adolescentes lo han leído y tomado como bandera de lucha para liberarse de la autoridad académica que los oprime y coarta, lo cual parece poco menos que exagerado. En tercer lugar, descontextualiza el pensamiento de Foucault al desligarlo de su crítica al Estado capitalista y las tecnologías de poder a partir de las cuales, en efecto, las instituciones -incluidas la escuela y la familia- son transformadas, en instrumentos de dominación que permiten “normalizar” a los individuos para convertirlos en sujetos productivos y explotables, necesarios para la acumulación de capital.

Cuarta puntualización, el mismo Vargas Llosa brinda los elementos para rebatir el último argumento que aquí interesa comentar y que tiene que ver con la autoridad dentro del salón de clases y que Foucault, llamado por Vargas Llosa "iconoclasta", aquel que “niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos” (RAE), hace estallar en mil pedazos. Aquí se sostiene que no es esa autoridad la que Foucault cuestiona sino la utilización que de ella hacen las élites políticas y económicas en su afán por socializar a los sujetos en función de sus propios intereses. Por otro lado, parece que "Don" Mario no ha dado clases y no sabe lo que implica “estar en un aula frente a un grupo de jóvenes”. Si partimos de la acepción tomada por él para hablar de esa autoridad que “no volvió a levantar la cabeza” gracias al “prohibido prohibir” y que a la letra dice “Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”, resulta que la autoridad dentro del aula es algo “que se gana”, que no se da en automático por el sólo hecho de ser nombrado por la institución educativa como el titular de una materia. Todas las personas que hemos dado clases sabemos que existe algo denominado “control de grupo” y que precisamente se relaciona con la experiencia y la habilidad para mantener la consideración de los estudiantes y su atención a los temas tratados, por lo que la autoridad del docente dentro del aula no responde a una abstracta idea de respeto, sino a su propia actitud frente al grupo, a su conocimiento y manejo de lo estudiado y su relación con la realidad que viven sus pupilos, a su forma de administrar los tiempos de atención, al respeto con el que es capaz de tratarlos y de ganar para sí mism@, no sólo a partir de un trato cordial sino de la claridad y observancia de las normas que regirán para los estudiantes y para sí, etc. En pocas palabras y parafraseando a un mexicano realmente preocupado por los menos favorecidos, “el prestigio, el crédito y la legitimidad son para quien los trabaja”.

Finalmente, me atrevo a afirmar que el artículo de Vargas Llosa es una opinión que no se fundamenta en estudios serios sobre el cambio de valores y el comportamiento de los grupos sociales que han sido excluidos del circuito capitalista de acumulación, es por el contrario una perorata, encaminada a defender el status quo aquel del que seguramente se ha beneficiado para defenderlo tan apasionadamente. Lástima que Foucault ya no esté vivo para darle una explicación que pueda entender. ¿O acaso supone que su defensa del orden existente lo acerca al Nobel?

Si quieres leer otra respuesta al mismo artículo visita http://cienciametodoysociedad.blogspot.com/

"Prohibido prohibir". Artículo aparecido en el periódico El País.

Por: Mario Vargas Llosa

El eslogan de Mayo del 68 extendió al concepto de autoridad su partida de defunción y legitimó la idea de que toda autoridad es sospechosa. No destruyó el Estado, pero sí la educación.

Hace ya de esto algunos años vi en París, en la Televisión Francesa, un documental que se me quedó grabado en la memoria y cuyas imágenes, de tanto en tanto, los sucesos cotidianos actualizan con restallante vigencia.

El documental describía la problemática de un liceo en las afueras de París, uno de esos barrios donde familias francesas empobrecidas se codean con inmigrantes de origen subsahariano, latinoamericano y árabes del Magreb. Este colegio secundario público, cuyos alumnos, de ambos sexos, constituían un arco iris de razas, lenguas, costumbres y religiones, había sido escenario de violencias: golpizas a profesores, violaciones en los baños o corredores, enfrentamientos entre pandillas a navajazos y palazos y, si mal no recuerdo, hasta tiroteos. No sé si de todo ello había resultado algún muerto, pero sí muchos heridos, y en los registros al local la policía había incautado armas, drogas y alcohol.

El documental no quería ser alarmista, sino tranquilizador, mostrar que lo peor había ya pasado y que, con la buena voluntad de autoridades, profesores, padres de familia y alumnos, las aguas se estaban sosegando. Por ejemplo, con inocultable satisfacción, el director señalaba que gracias al detector de metales recién instalado, por el cual debían pasar ahora los estudiantes al ingresar al colegio, se decomisaban las manoplas, cuchillos y otras armas punzo-cortantes. Así, los hechos de sangre se habían reducido de manera drástica. Se habían dictado disposiciones de que ni profesores ni alumnas circularan nunca solos, ni siquiera para ir a los baños, siempre al menos en grupos de dos. De este modo se evitaban asaltos y emboscadas. Y ahora el colegio tenía dos psicólogos permanentes para dar consejo a los alumnos y alumnas -casi siempre huérfanos, semihuérfanos, y de familias fracturadas por la desocupación, la promiscuidad, la delincuencia y la violencia de género- inadaptables o pendencieros recalcitrantes.

Lo que más me impresionó en el documental fue la entrevista a una profesora que afirmaba, con naturalidad, algo así como: "Tout va bien, maintenant, mais il faut se débrouiller" ("Ahora todo anda bien, pero hay que saber arreglárselas"). Explicaba que, a fin de evitar los asaltos y palizas de antaño, ella y un grupo de profesores se habían puesto de acuerdo para encontrarse a una hora justa en la boca del metro más cercana y caminar juntos hasta el colegio. De este modo el riesgo de ser agredidos por los voyous (golfos) se enanizaba. Aquella profesora y sus colegas, que iban diariamente a su trabajo como quien va al infierno, se habían resignado, aprendido a sobrevivir y no parecían imaginar siquiera que ejercer la docencia pudiera ser algo distinto a su vía crucis cotidiano.

En esos días terminaba yo de leer uno de los amenos y sofísticos ensayos de Michel Foucault en el que, con su brillantez habitual, el filósofo francés sostenía que, al igual que la sexualidad, la psiquiatría, la religión, la justicia y el lenguaje, la enseñanza había sido siempre, en el mundo occidental, una de esas "estructuras de poder" erigidas para reprimir y domesticar al cuerpo social, instalando sutiles pero muy eficaces formas de sometimiento y enajenación a fin de garantizar la perpetuación de los privilegios y el control del poder de los grupos sociales dominantes. Bueno, pues, por lo menos en el campo de la enseñanza, a partir de 1968 la autoridad castradora de los instintos libertarios de los jóvenes había volado en pedazos. Pero, a juzgar por aquel documental, que hubiera podido ser filmado en otros muchos lugares de Francia y de toda Europa, el desplome y desprestigio de la idea misma del docente y la docencia -y, en última instancia, de cualquier forma de autoridad-, no parecía haber traído la liberación creativa del espíritu juvenil, sino, más bien, convertido a los colegios así liberados en el mejor de los casos, en instituciones caóticas, y, en el peor, en pequeñas satrapías de matones y precoces delincuentes.

Es evidente que Mayo del 68 no acabó con la "autoridad", que ya venía sufriendo hacía tiempo un proceso de debilitamiento generalizado en todos los órdenes, desde el político hasta el cultural, sobre todo en el campo de la educación. Pero la revolución de los niños bien, la flor y nata de las clases burguesas y privilegiadas de Francia, quienes fueron los protagonistas de aquel divertido carnaval que proclamó como eslogan del movimiento "¡Prohibido prohibir!", extendió al concepto de autoridad su partida de defunción. Y dio legitimidad y glamour a la idea de que toda autoridad es sospechosa, perniciosa y deleznable y que el ideal libertario más noble es desconocerla, negarla y destruirla. El poder no se vio afectado en lo más mínimo con este desplante simbólico de los jóvenes rebeldes que, sin saberlo la inmensa mayoría de ellos, llevaron a las barricadas los ideales iconoclastas de pensadores como Foucault. Baste recordar que en las primeras elecciones celebradas en Francia después de Mayo del 68, la derecha gaullista obtuvo una rotunda victoria.

Pero la autoridad, en el sentido romano de auctoritas, no de poder sino, como define en su tercera acepción el Diccionario de la RAE, de "prestigio y crédito que reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia", no volvió a levantar cabeza. Desde entonces, tanto en Europa como en buena parte del resto del mundo, son prácticamente inexistentes las figuras políticas y culturales que ejercen aquel magisterio, moral e intelectual al mismo tiempo, de la "autoridad" clásica y que encarnaban a nivel popular los maestros, palabra que entonces sonaba tan bien porque se asociaba al saber y al idealismo. En ningún campo ha sido esto tan catastrófico para la cultura como en el de la educación. El maestro, despojado de credibilidad y autoridad, convertido en muchos casos en representante del poder represivo, es decir, en el enemigo al que, para alcanzar la libertad y la dignidad humana, había que resistir, e, incluso, abatir, no sólo perdió la confianza y el respeto sin los cuales era prácticamente imposible que cumpliera eficazmente su función de educador -de transmisor tanto de valores como de conocimientos- ante sus alumnos, sino de los propios padres de familia y de filósofos revolucionarios que, a la manera del autor de Vigilar y castigar, personificaron en él uno de esos siniestros instrumentos de los que -al igual que los guardianes de las cárceles y los psiquiatras de los manicomios- se vale el establecimiento para embridar el espíritu crítico y la sana rebeldía de niños y adolescentes.

Muchos maestros, de muy buena fe, se creyeron esta degradante satanización de sí mismos y contribuyeron, echando baldazos de aceite a la hoguera, a agravar el estropicio haciendo suyas algunas de las más disparatadas secuelas de la ideología de Mayo del 68 en lo relativo a la educación, como considerar aberrante desaprobar a los malos alumnos, hacerlos repetir el curso, e, incluso, poner calificaciones y establecer un orden de prelación en el rendimiento académico de los estudiantes, pues, haciendo semejantes distingos, se propagaría la nefasta noción de jerarquías, el egoísmo, el individualismo, la negación de la igualdad y el racismo. Es verdad que estos extremos no han llegado a afectar a todos los sectores de la vida escolar, pero una de las perversas consecuencias del triunfo de las ideas -de las diatribas y fantasías- de Mayo del 68 ha sido que a raíz de ello se ha acentuado brutalmente la división de clases a partir de las aulas escolares. La enseñanza pública fue uno de los grandes logros de la Francia democrática, republicana y laica. En sus escuelas y colegios, de muy alto nivel, las oleadas de alumnos gozaban de una igualdad de oportunidades que corregía, en cada nueva generación, las asimetrías y privilegios de familia y clase, abriendo a los niños y jóvenes de los sectores más desfavorecidos el camino del progreso, del éxito profesional y del poder político.

El empobrecimiento y desorden que ha padecido la enseñanza pública, tanto en Francia como en el resto del mundo, ha dado a la enseñanza privada, a la que por razones económicas tiene acceso sólo un sector social minoritario de altos ingresos, y que ha sufrido menos los estragos de la supuesta revolución libertaria, un papel preponderante en la forja de los dirigentes políticos, profesionales y culturales de hoy y del futuro. Nunca tan cierto aquello de "nadie sabe para quién trabaja". Creyendo hacerlo para construir un mundo de veras libre, sin represión, ni enajenación, ni autoritarismo, los filósofos libertarios como Michel Foucault y sus inconscientes discípulos obraron muy acertadamente para que, gracias a la gran revolución educativa que propiciaron, los pobres siguieran pobres, los ricos ricos, y los inveterados dueños del poder siempre con el látigo en las manos.

© Mario Vargas Llosa, 2009.

© Derechos mundiales de prensa en todas las lenguas reservados a Ediciones EL PAÍS, SL, 26/07/2009


http://www.elpais.com/articulo/opinion/Prohibido/prohibir/elpepiopi/20090726elpepiopi_12/Tes

22 de julio de 2009

Prevén cambien 3 mil cargos delegacionales

Por: Alberto Cuenca

El 1 de octubre asumirán el cargo los 16 jefes delegacionales recién electos, y junto con ellos llegarán unos 3 mil nuevos funcionarios de confianza que serán designados por amistad, influencias, recomendaciones o por el pago de “cuotas” que deben cubrir los nuevos titulares de las demarcaciones con quienes los impulsaron.

Directores generales, asesores, secretarios particulares, jefes de unidades departamentales y coordinadores de área llenarán una nómina que cuesta 72 millones de pesos mensuales a las arcas de la ciudad, según datos de la plantilla laboral reportada por la Oficialía Mayor del gobierno capitalino en su página de internet.

La designación de todos esos funcionarios bajo este método “tradicional” es algo que ha acompañado la historia moderna de nuestro país, explica la profesora Ivonne Acuña, especialista en género, política y sociedad del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Iberoamericana, quien refiere que nuestra cultura política ha impuesto esa forma de nombramiento por lo menos desde el siglo XIX.

Acusa que quienes llegan no son los personajes adecuados, los mejor preparados o los más experimentados. “No se coloca al idóneo, sino al que sea leal, por eso se busca al amigo, el que le va a cubrir, el que se va a hacer de la vista gorda si algo no funciona o si se desvían recursos; entonces, el criterio es otro, no es un criterio administrativo, es un criterio político, tiene que ver con lealtades e incluso con complicidades”, expone Ivonne Acuña.

Lamenta así que el lastre de esa cultura política podría llevar al fracaso proyectos como la creación de una Escuela de Administración Pública del gobierno del Distrito Federal que surgió el pasado 8 de junio.

Ese día, cuando Marcelo Ebrard, jefe de Gobierno capitalino, anunció la creación de la escuela, afirmó que nadie será designado dentro de la administración local si no cuenta con una certificación emitida por esa institución y expresó: “Los nombramientos discrecionales, los nombramientos que representan interés público de corto plazo van a tener que dejar de ser la norma del gobierno de la ciudad a partir de esta fecha”.

El problema es que la ley que rige la operación de esa escuela no obliga a los funcionarios delegaciones a cumplir con aquella certificación de la que hablaba el mandatario local.

Otro obstáculo lo advierte la profesora Ivonne Acuña, al explicar que “ese proyecto va a tener que remar contra corriente, contra toda una cultura del compadrazgo, de la amistad, de las lealtades que se van construyendo sin importar la preparación, además de que existen las presiones del partido postulante, por colocar a su gente, de sus facciones, pues eso implica poder al interior y al exterior”, dice.

Propone renovación

EL UNIVERSAL entrevistó a los jefes delegacionales electos en Miguel Hidalgo, Demetrio Sodi; de Benito Juárez, Mario Alberto Palacios, y de Coyoacán, Raúl Flores, así como a la eventual jefa delegacional en Iztapalapa, Clara Brugada, sobre la forma en que integrarán sus respectivos gobiernos.

Invariablemente los cuatro aseguran que integrarán un equipo profesional, experimentado y sin presiones por el pago de “facturas”, pero bajo el reconocimiento de que deben incluir a los grupos que los llevaron al triunfo y conscientes de que hay muchas áreas que no requieren de una especialización.

En el gobierno de Demetrio Sodi, por ejemplo, habrá algunos amigos del panista “pero muy pocos, porque sobre todo será gente experta que ya ha estado en la delegación y gente que trabajó conmigo en la campaña”.

Dice que en la designación de su gabinete no hay el “pago de cuotas”, a pesar de que integrará a militantes del albiazul y acepta que hay direcciones generales como la de Participación Ciudadana y la de Desarrollo Social donde no son obligados los perfiles con alta profesionalización.

El caso de Iztapalapa es peculiar, pues la perredista Clara Brugada designará al gobierno en la jurisdicción a pesar de que el jefe de Gobierno electo es el petista, Rafael Acosta Juanito.

Ella dice que en su administración habrá militantes del PT y del bloque del PRD que la apoyaron, aunque deja claro que en la jurisdicción el equipo de gobierno será nuevo en su totalidad, por lo que anticipa que no habrá cuadros de la corriente Nueva Izquierda, que se opuso a su candidatura.

“Eso de repartir por ‘cuotas’ como tradicionalmente se hace no lo creo, pero mucha gente de los grupos que me apoyaron cumplen con características de honestidad, compromiso y profesionalismo, pero no se les designará por un ‘pago de cuota’, sino que se tomará en cuenta el perfil de la gente que ha estado participando”, aseguró.

En Coyoacán, aunque su triunfo ha sido impugnado por el PAN, Raúl Flores asegura que todos los integrantes de su gabinete pasarán antes por un examen del centro de control de confianza del gobierno de la ciudad.

Acepta que incluirá a los grupos del perredismo que lo impulsaron, pero dice que la incorporación de esos cuadros no puede ser en detrimento del gobierno delegacional y considera que el PRD debe tener una participación más activa en la preparación de cuadros.

Por su parte, Mario Alberto Palacios expone que en Benito Juárez habrá coordinación con el gobierno de Marcelo Ebrard, para inscribir a sus colaboradores en la Escuela de Administración Pública recién instaurada.

Rechazó que reciba presiones del PAN para colocar en la delegación a militantes del albiazul, pues dijo que se debe entender que unos son los tiempos de la elección y otros los de la gestión pública.

EL UNIVERSAL.COM
D.F.
http://www.eluniversal.com.mx/ciudad/96513.html

AMLO mantiene su base social. Iztapalapa, un ejemplo


"Juanito: de Iztapalapa para el mundo"
Por: Alejandro Cedillo Cano

El sueño es recurrente, casi obsesivo: “¡Juanito, Juanito, Juanito!”, y con ese coro que repiquetea en su mente el virtual ganador de las elecciones de Iztapalapa se aferra a poner un eslabón más a una cadena triunfos, como si la fama y gloria le fueran eternas.

“En tres años seré candidato a la jefatura de Gobierno”, dice mientras reparte a la gente cintas tricolores que guarda en una bolsa de plástico con el logotipo del PT afuera del Hotel Sheraton Alameda.

“¿Y por qué no?, en la presidencia dentro de nueve”, agrega.

Rafael Acosta, como en verdad se llama Juanito, asegura que su popularidad se mantendrá intacta: “Toda Iztapalapa me quiere… también en Francia, Argentina, España… Acapulco, Guadalajara y Morelia “, afirma con voz firme.

¿Lo quieren?

—De ahí me han hablado para felicitarme; incluso, me invitaron a viajar a Francia con todo pagado.

—¿Y va a ir?

—Pues quién sabe, primero tengo que cumplir mis compromisos con la gente.

—Pero si va a renunciar.

—No lo voy a hacer, sólo voy a pedir licencia y eso no es lo mismo. Cuando tomas protesta constitucional no puedes renunciar al cargo.

—¿Entonces quién va a gobernar?

—Si Clara me acepta en su gabinete, vamos a colaborar con ella, si no, pues nos vamos a los recorridos con Andrés Manuel López Obrador.

—¿No es tomarle el pelo a la gente?

—La gente tiene que aceptar que esta negociación es para fortalecer el movimiento de Andrés Manuel.

—¿Y si mejor se arrepiente?

—¡No!, definitivamente no me rajo… Hay un compromiso y la decisión ya está tomada.


BARRABÁS. De casi 50 años, vestido de pantalón verde y camisa a cuadros, Acosta es un tipo muy alegre: da la impresión de que es incapaz de dejar de sonreír aunque un cortejo fúnebre le pase enfrente.

Cuenta que actualmente ya no frecuenta su casa en la colonia Santa Martha, al oriente de la ciudad, porque sus días se van entre desayunos, entrevistas y reuniones con militantes perredistas y del Partido del Trabajo.

Incluso, confiesa que no ha tenido tiempo de ver las notas periodísticas que hacen referencia a su pasado, ese donde fue vendedor ambulante, actor de cine de ficheras y en el que protagonizaba zafarranchos frente al Palacio Nacional en defensa de su presidente legítimo.

Sentado ya en una de las fuentes de la Alameda Central, Juanito asegura que siempre ha sido un “hombre de pueblo”, que viaja en transporte público y que no viste ropa de diseñadores, “ni de marca”.

Durante la entrevista se da tiempo para presumir que participó en el vía crucis de su pueblo. “Fui Barrabás”, cuenta orgulloso.

Y añade: “Cuando quieran nos ponemos de acuerdo para que les enseñe las fotos”.

También recuerda que se vistió de chinelo durante el carnaval. Relata que bailaba al ritmo de tambora por todas las calles del pueblo. Las del Recodo, confiesa, son sus favoritas.

Comenta que su apodo fue porque hace 27 años formó un equipo de futbol en el que 11 de los 15 integrantes se llamaban Juanitos.

“Desde entonces me dicen el Juanito Mayor”.


De Barrabás a delegado

De la noche a la mañana cambió la historia de Juanito, al pasar de un desapercibido Barrabás en el Vía crucis de Santa Martha, a acaparar todos los reflectores, tras su triunfo electoral en la delegación Iztapalapa, donde se ha convertido en un connotado personaje que incluso se da tiempo de regalar su banda a representantes de los medios de comunicación.
Sin el conflicto perredista, Rafael Acosta no existiría

Rafael Acosta, alias Juanito, es “un personaje poco carismático”, quien sin el apoyo de Andrés Manuel López Obrador hubiera perdido las elecciones del 5 de julio, afirmó Ivonne Acuña, especialista en sociología política de la Universidad Iberoamericana.

Asimismo, la académica universitaria sostuvo que Acosta Ángeles se hizo famoso a partir del 16 de junio, fecha en la que el ex candidato presidencial le exigió renunciar a la jefatura delegacional de Iztapalapa para cederle el lugar a la perredista Clara Brugada.

“Los habitantes de Iztapalapa no votaron por él (Juanito), creo que votaron por Clara Brugada con la imagen de López Obrador detrás. Si esto no hubiera ocurrido, si la candidata del PRD hubiera sido Clara Brugada y no Silvia Oliva y no se hubiera dado ese enfrentamiento público entre estas dos fracciones del partido, este señor no hubiera ganado.

“Si él hubiera ido solo por el PT no hubiera ganado. No me parece un personaje carismático, es más, saltó a la fama a partir del evento en el que aceptó ceder su puesto una vez ganando; si eso no hubiera ocurrido a lo mejor no hubiéramos sabido quién era Juanito”.

Del mismo modo, Acuña Murillo aseveró que el triunfo de Rafael Acosta en la jornada electoral del pasado domingo refleja que López Obrador cuenta con una amplia base social en Iztapalapa. (René Cruz González).

LA CRONICA DE HOY
CIUDAD
http://www.cronica.com.mx/nota.php?id_nota=444114

Nota aclaratoria: No recuerdo haber usado el término "exigió".

30 de mayo de 2009

The News, Seeking to keep

By Nacha Cattan

Mexico City’s mayor has ordered non-emergency city government vehicles to remain parked to prevent their use in campaigns ahead of primary elections for the capital’s highly fractious governing party. In addition, the decree issued Thursday called for all walkie-talkies and cell phones that are not needed for essential services to be handed over to authorities by Friday evening. They will be returned after Sunday’ s public elections to choose candidates for the Democratic Revolution Party, or PRD, as per the order issued by Mayor Marcelo Ebrard. The campaigns have already been tarnished by accusations by two warring PRD factions over the use of government equipment or social handouts t o lure voters.
The attacks have grown heated given the high stakes of the internal election – which would choose the party’s candidates for 16 borough chiefs, 40 city Assembly members and close to 30 federal deputies. The PRD’s prominence in the capital makes the primaries all the more crucial, experts say, as they will decide which of two philosophically opposed factions will carry the D.F. – the party’s strongest power base. “They are more important than the general elections in July,” said Fernando Belaunzarán, a former PRD policy planning chief and vocal critic of the faction associated with Mayor Ebrard. But more important than who wins, some political scientists say, is that the race appear clean. The PRD lost clout and public support after two candidates for the party presidency fought for months over the results last year. Both alleged fraud and ballot stuffing. “Any anomaly will be used against the [PRD],” said Ivonne Acuña, a political analyst at the Universidad Iberoamericana. “It could cause even more apathy among voters in July.” Already, the party’s rival factions in Mexico City have accused one another of misusing logos or even handing out food with campaign flyers. And Mexico City Assemblyman Víctor Hugo Círigo alleged Ebrard has hand-picked candidates. “If we repeat what happened last year [in internal party elections] it would be suicide,” Belaunzarán said.

27 de abril de 2009

¿La dominación masculina en entredicho?

¿La dominación masculina en entredicho? 1
Androcentrismo y “crisis de masculinidad” en la producción científica reciente
Por: François Graña

La problematización de las relaciones de género evoca prácticas sociales en las que los hablantes se perciben a sí mismos irremediablemente involucrados. Es que las relaciones de género -a diferencia de otras relaciones sociales- parecieran inscribirse en la propia anatomía de nuestros cuerpos. Se asemejan así a las identidades étnicas: su extraordinaria fuerza persuasiva reside en la colonización sociocultural de atributos físicos. Solapadas tras diferencias fenotípicas, las determinaciones sociales de estas relaciones se vuelven virtualmente “invisibles”. La evidencia abrumadora que transmiten los sentidos, se torna indiscutible por antonomasia: es mujer, por tanto débil. El carácter “intimista” y perturbador de la tematización del género, la banalización camuflada en la ironía o el chiste, o -más flagrante- su confinamiento a “cuestiones de mujeres”, parecerían denunciar una mirada que incomoda porque se dirige a plexos no problematizados del mundo de la vida. O simplemente, porque jaquea la dominación masculina.

“... masculinities are socially constructed, not the property of some timeless essence, either mythical or biological”
M. S. Kimmel (1998)

Masculinidad y ciencia social

En estos últimos años, la cuestión de la masculinidad ha venido suscitando un interés creciente en ciencias sociales. Múltiples investigaciones convergen e interactúan con los estudios de género que cuentan ya con una importante legitimación en el debate académico y social; hasta hace poco tiempo, estos estudios tenían por centro la cuestión femenina y eran protagonizados fundamentalmente por mujeres. Así, junto a los “estudios de mujeres” en que éstas eran -predominantemente- objeto y sujeto de investigación, vienen haciéndose un lugar creciente los actuales “estudios de género” con cierta contribución masculina que aporta nuevos tipos de preocupación (Ondina Fachel Leal 1998, Sonia Montecino 1996).

Las lecturas que hemos podido hacer son todavía fragmentarias, y seguramente sesgadas por el arbitrio de los materiales a los que accedimos efectivamente. Habida cuenta de este recaudo, tres acercamientos nos han parecido los más desafiantes.

En primer lugar, una extensa compilación de Carol C. Gould (1997) que reúne 48 textos diversos. En casi todos estos trabajos, la atención se dirige a la distinción entre sexo y género, enfatizando –desde los más diversos acercamientos- la implicancia fuerte de la “desbiologización” de la condición de género. El anclaje biológico en proceso de revisión reservaba los asuntos de género al saber médico, a las “ciencias de la naturaleza”. La reificación de los efectos de la interacción social en “esencias naturales” encontraba por tanto libre curso, la perspectiva desplegada suponía la premisa no problematizada de la “desocialización” de las relaciones entre hombres y mujeres: éstas se regían por preceptos divinos, relevados más tarde por leyes de la vida tan inmanentes como sus predecesores religiosos. Liberadas de aquellos encorsetamientos, las cuestiones de género pueden ahora dirigirse a procesos de socialización y determinaciones socioculturales que la investigación crítica deberá identificar. Para numerosos autores que aquí exponen, esta labor supone la deconstrucción de la noción iluminista de un “universal humano” que ha venido identificando humano con varón y humanidad con hombres, desde hace casi tres siglos.2

En segundo lugar, el trabajo editado por Teresa Valdés y José Olavarría (1997) brinda un abanico actualizado de investigaciones latinoamericanas sobre identidad(es) masculina(s), enfatizando trabajos sociológicos y antropológicos que aportan materiales teóricos y empíricos a la reflexión sobre la masculinidad en tanto construcción social, por tanto histórica y contingente.

En tercer lugar, recogeremos brevemente los tramos centrales de la discusión recientemente desplegada por dos autores prominentes de nuestra disciplina: Anthony Giddens y Pierre Bourdieu.

Para Anthony Giddens (1995), las últimas décadas de este siglo escenifican y testimonian la emergencia de una nueva “sexualidad plástica”, es decir, liberada de su ligazón ancestral con las funciones reproductivas. La posibilidad misma de tal desconexión (i) constituye un hecho novedoso y destinado a conmover en profundidad la condición histórica “falocéntrica” de nuestra civilización; (ii) echa raíces en el creciente igualitarismo socioeconómico de las últimas décadas, y (iii) anuncia la -eventual- emergencia de una “pura relación” democratizante entre los sexos. Tal, en pocas palabras, el desafío levantado por el sociólogo británico (discutiremos más adelante otras ideas del autor).

Publicado en noviembre de 1998, el volumen de Pierre Bourdieu sobre la dominación masculina procura desentrañar los procesos responsables de la transformación de historia en naturaleza que han hecho de la diferencia –contingente, cultural y arbitraria- entre masculino y femenino, una “nécessité socio-logique” naturalizada. Para el sociólogo francés, la visión androcéntrica –laboriosamente construida desde los albores de la “civilización mediterránea”- ha erigido en esencia natural lo que no es más que un proceso de construcción histórica. Bourdieu asienta ampliamente su reflexión en el análisis etnográfico de la cultura androcéntrica de los campesinos montañeses berebere de Kabylia. ¿Por qué esta elección? El autor sostiene que el patrimonio cultural de estos norafricanos (i) se ha mantenido notablemente incambiado al filo de los siglos, y (ii) representa una forma paradigmática de visión androcéntrica cuyas trazas pueden rastrearse en las estructuras sociales y cognitivas de todas las sociedades mediterráneas. En tanto las diferencias anatómicas entre los sexos se erigen en “fundamento y garantía de apariencia natural de la visión social que la funda” (op.cit. p.16),3 la “fuerza natural” de la dominación masculina reside en este principio de causalidad circular fijado por vía de su reproducción milenaria. El juego de diferencias y antagonismos entre masculino y femenino se inserta en un sistema de oposiciones que informan las estructuras cognitivas de la “cultura mediterránea”. De esta manera, la relación masculino-femenino en tanto dominante-dominado remite “naturalmente” a un juego de polaridades homólogas en que aquélla se aprehende como universalmente justificada: activo-pasivo, claro-oscuro, afuera(público)-adentro(privado), encima-abajo, derecha-izquierda, seco-húmedo, duro-suave, etc.

Comprendida en/por este juego de polaridades, la relación entre sexos aparece como una relación de dominación construida por el principio de división fundamental entre masculino (activo, claro, público, etc.) y femenino (pasivo, oscuro, privado, etc.). Este principio “…crea, organiza, expresa y dirige el deseo masculino como deseo de posesión, como dominación erotizada, y el deseo femenino como deseo de la dominación masculina, como subordinación erotizada y, más aún, como reconocimiento erotizado de la dominación” (op.cit. p.27). El movimiento circular que va desde la fisiología de los sexos hacia estructuras cognitivas universalistas que los incluyen, se cierra con el retorno de estas estructuras sobre la anatomía sexual: la “masculinización” del cuerpo masculino y la “feminización” del cuerpo femenino se constituyen en procesos históricos de largo aliento que determinan “…una somatización de la relación de dominación, así naturalizada” (op.cit. p.62).

Algunas de estas ideas serán tematizadas a lo largo de esta exposición. A continuación, revisaremos brevemente la concepción freudiana de la sexualidad humana, sin duda muy presente –en el acuerdo o el disentimiento- en la discusión contemporánea. Recorremos después las implicancias más resaltantes de la masculinidad vista como construcción sociocultural. Le seguirá un rápido recapitulativo de las principales líneas argumentales que cuestionan la dominación ancestral del varón. Daremos cuenta luego de algunos datos ilustrativos de las transformaciones estructurales que han disminuido las desigualdades socioeconómicas seculares entre hombres y mujeres, para terminar con alguna reflexión.

Freud: de la biología a la sociedad

Debemos a Sigmund Freud el primer acercamiento científico hacia una sexualidad específicamente humana. Como es sabido, sus primeros trabajos estaban firmemente timoneados por la búsqueda del sustrato material de los productos de la psique humana; su proyecto intelectual tenía por horizonte la identificación de conexiones causales entre los mecanismos neuro-biológicos y las representaciones mentales. Las consecuencias que extrae de sus propios hallazgos lo alejan progresivamente del suelo biológico, llevándolo a la elaboración de su teoría del inconsciente. En este nuevo continente discursivo emerge la noción de una actividad psíquica específica, auto-referida y por tanto objeto de una elaboración científica autónoma respecto de las ciencias biológicas. El discurso científico del inconsciente incorpora la idea de la introyección de determinaciones psíquicas de raigambre social en el proceso de conformación de las identidades sexuales; por esa puerta entreabierta habría de colarse –al menos como virtualidad- la “desnaturalización” de los objetos a los que se dirige la pulsión sexual humana.

La teoría freudiana permite concebir por primera vez la sexualidad específicamente humana como una pulsión polivalente y polimorfa, como virtualidad maleable y no entidad fija o esencia inmanente. Esto significa que los objetos hacia los que se dirige la atracción sexual humana no están preestablecidos, no son caracteres somáticos ni hereditarios; estos objetos se constituyen como tales durante la primera infancia, en interacción con los miembros del núcleo familiar, lo que los vuelve históricos y contingentes. Son, en definitiva –aunque no sean las palabras de Freud- elaboraciones socioculturales. La dirección de este proceso constitutivo está condicionada por los vínculos familiares que componen nuestra primera socialización. En definitiva, las identidades sexuales no nacen sino que se estructuran en interacción con los tutores del pequeño humano.

Para el fundador del psicoanálisis, los primeros años de vida están signados por la omnipresencia de la madre, primer adulto al que profesamos un amor incondicional. Pronto, el niño erige en modelo la figura del padre que percibe distante y poderoso, desarrollando hacia él un ambiguo sentimiento de atracción: envidia su pene, símbolo de un poder que admira y teme a la vez. Este proceso de identificación masculina conlleva también una pérdida dolorosa: la afirmación de su autonomía supone la renuncia a identificarse con su madre. La afectividad tempranamente dirigida a la madre alienta deseos sexuales pasivos y atracción erótica hacia otros hombres; estos deseos serán severamente reprimidos en el proceso de construcción de la masculinidad. Tal represión –dictada por compulsiones sociales que vehicula la educación- no logra eliminar definitivamente aquella orientación erótica, que “sobrevive” en las profundidades del inconsciente y ejerce desde allí –o puede hacerlo- cierto influjo sobre el yo.

El aparato genital humano es masculino: sobre este punto, Freud no deja sombra de duda; el sexo se define por la posesión del falo en el hombre, y sobre su carencia se erige la sexualidad femenina. La femineidad se constituye también en relación al falo, sólo que negativamente; el dolor psicológico constitutivo de la sexualidad femenina reside en el “complejo de castración y envidia por la posesión del pene” (Freud 1986:415). Si, por una parte, el médico vienés escandalizaba a sus pacatos contemporáneos revolucionando las ideas existentes hasta el momento acerca de la sexualidad, brindaba al tiempo un fuerte asidero racional a una concepción nítidamente falocéntrica erigida sobre la noción de un único aparato genital masculino que se posee o se carece. Esta ambivalencia del pensamiento freudiano se encuentra en la base de una controversia con fuertes ecos en la actual literatura psicoanalítica.

¿Es posible desprenderse del patriarcalismo presente en la teoría freudiana de la sexualidad y retener sus hallazgos indiscutibles, o bien se trata de un corpus conceptual solidario a tomar o dejar? Es sin duda una discusión abierta; en el marco acotado de esta exposición no interesa ahondar en el asunto. Sin pretensiones de saldo tácito, nos parece que las potencialidades críticas de un enfoque “socializado” de la constitución de los géneros puede encontrar asidero en Freud. Es lo que se desprende –entre otras lecturas- de un importante texto de Nancy Chodorow. Puede leerse allí:

“My investigation suggests that our own sense of differentiation, or separateness from others, as well as our psychological and cultural experience and interpretation of gender of sexual difference, are created through psychological, social and cultural processes, and through relational experiences. We can only understand gender difference, and human distinctness and separation, relationally and situationally”. (Chodorow 1997:38)4

Examinaremos ahora brevemente la discusión acerca del carácter social de la identidad del varón contemporáneo.

Los hombres no nacen, se hacen...

En las líneas que siguen, comentaremos brevemente las implicaciones de la condición masculina en tanto constructo social, siguiendo la revisión bibliográfica en la que reposa la presente exposición. El recorrido está muy lejos de ser exhaustivo. Se trata apenas de un fresco impresionista todavía parcial, una multiplicidad de rápidas miradas dirigidas a los problemas de la construcción social de la masculinidad en nuestras sociedades contemporáneas.

El varón inventado

El sociólogo español Josep Marqués (1997) propone desenmascarar la supuesta coincidencia entre la condición actual de varón y la “normalidad o plenitud del sujeto humano” a la que no habrían llegado las mujeres en virtud de la represión y discriminación seculares. Marqués señala cómo, desde muy temprano en su socialización, el varón aprende a minimizar las diferencias respecto de sus pares y a aumentar las que lo(s) separa(n) de “las mujeres”. El carácter social de la construcción de su masculinidad se camufla tras la reificación de la importancia social del mero hecho de nacer varón. Tal importancia y superioridad es aprendida desde la primera infancia, en la percepción de la relevancia de su padre en el hogar, en el orgullo materno por haber traído al mundo un varón, en definitiva en la captación de los roles más protagónicos, interesantes y poderosos ejercidos por sus congéneres. Por otra parte, la multiplicidad de modelos y cualidades –a menudo contradictorias- en que se desdobla la condición masculina, posibilita su adopción sin por ello realizar esfuerzos extraordinarios: así, no todos los hombres somos Stallone o Schwarzenegger, lo que no invalida el carácter “oficialmente masculino” de la rudeza y la fuerza. La multiplicidad de roles y modelos constitutivos de la condición de varón permite combinar la convicción de ser ya importante por haber nacido hombre, con la obligación de destacar en algún ámbito para demostrarlo; ambos mensajes (uno tranquilizador, el otro inquietante) coexisten en dosis variables.

Esa femineidad que contamina

Una investigación reciente de Norma Fuller (1997) parte igualmente de la crítica al supuesto de una masculinidad intrínseca. Con base en 40 entrevistas a varones peruanos de la élite intelectual expuesta a discursos cuestionadores de los privilegios femeninos, la antropóloga delinea una representación de la masculinidad fundada en la adquisición temprana de atributos de fuerza física, control de las emociones, sexualidad activa y repudio a toda “femineidad contaminante”. La reproducción del sistema de género heterosexual y patriarcal se funda –concluye Fuller- en una prescripción polar de sexos/géneros que excluye la homosexualidad, esa identidad “antinatural” puesto que no vinculada a la actividad reproductiva. La construcción social del varón tiene su momento crítico en la adolescencia y juventud dominadas por el juego de emulación-competencia entre pares y la multiplicación viril de conquistas. A medida que el joven madura con su ingreso a la universidad o al mercado laboral, la representación de la masculinidad migra hacia la responsabilidad, el trabajo y el éxito social. Las cualidades masculinas que emergen de ese proceso son –en dosis variables- “...la actividad, la competencia y el altruismo social” (op.cit. p.142). Finalmente, la conjunción plena de sexo y poder se consuma con el matrimonio y los hijos, en roles de autoridad protectora y responsable, en una sexualidad activa dentro o fuera del matrimonio. La centralidad de la autoridad en el hogar para la construcción de la masculinidad deriva de la naturaleza “peligrosa” del espacio doméstico, que es femenino por definición y que por tanto debe someterse sin sombra de duda a la autoridad masculina. La investigadora señala como dispositivo importante en la producción de identidades sexuales, la dualidad casa/calle:

“A pesar de que lo masculino se asocia a la calle, el hombre no es sólo exterior sino ambivalente. Criado entre mujeres, debe conquistar la calle al llegar a la pubertad, pero la casa es siempre suya (...) Mientras que los hombres son poseedores naturales de la calle, las mujeres sólo pueden acceder a ésta cuando están bajo su protección o bien deben someterse a las reglas de juego masculinas” (op.cit. p.147).

Tiempos difíciles para el macho latino

El antropólogo Matthew Gutmann hurga en el significado de ser hombre en una zona urbana de México. De la condición socialmente determinada de los géneros, debe desprenderse cierta variabilidad asociada a los diversos grupos sociales, y sin percibir esta especificidad nada podría decirse precisamente de las determinaciones sociales que permiten comprender las identidades de género:

“Una comprensión del cuerpo y de la sexualidad requiere un examen de factores culturales e históricos, y no simplemente una inspección de los genitales. A pesar de la importancia del género y de la sexualidad en muchos aspectos de la existencia humana hoy e históricamente, la calificación de género en la vida social nunca ha sido transparente” (Gutmann 1997:154).

En una dirección confluyente, la antropóloga Mara Viveros (1998) propone que la masculinidad, lejos de ser innata, constituye una categoría polisémica, relacional e histórica. Los resultados de su investigación en la población colombiana de Quidbó muestran al padre del joven varón que representa fuerza, firmeza y control emocional, y la madre que lo estimula a “ser hombre” desarrollando características opuestas a las femeninas de frivolidad, indiscreción y variabilidad. Pero los cambios socioeconómicos recientes golpean a la puerta de los hogares y sacuden los cánones masculinos más tradicionales. Así los nuevos patrones de inserción laboral de las mujeres, que se muestran asociados a una “crisis de la masculinidad” en América Latina, expresada en términos de cierta pérdida de autoridad derivada de la disminución del rol de los hombres en tanto proveedores económicos. Por otra parte, Viveros hace notar cierta erosión del discurso legitimante de la superioridad del hombre, más particularmente en los sectores medios urbanos. No puede hablarse aún de transformaciones sustantivas y duraderas en el comportamiento de los hombres, aunque sí se aprecia la emergencia de “nuevos modelos de ser hombre” (op.cit. p.126). Así, numerosos “hombres modernos” de la clase media quidboseña reconocen que la supremacía masculina con base en la virilidad es criticable y debe ser superada, aunque no se sientan aun preparados... Para ellos, ser hombre supone ser responsable y trabajador, pero también conquistar mujeres, ganar reconocimiento social, participar de competencias deportivas y consumir buenas cantidades de alcohol.

Soy hombre y aguanto

Para Michael Kimmel (1997), la masculinidad está conformada por un conjunto de significados cambiantes, aunque recorridos por una constante: la construcción histórico-social de la virilidad tiene lugar en oposición a las mujeres y a las minorías sexuales y raciales. Así, la masculinidad es ante todo una “huida de lo femenino” originada en la necesidad de distanciarse de la madre que representa la infancia desvalida, dependiente y castrada que el varón poderoso debe sepultar (los ecos freudianos de la aproximación son expresamente asumidos por el autor). Así, “la identidad masculina nace de la renuncia a lo femenino, no de la afirmación directa de lo masculino, lo cual deja a la identidad de género masculino tenue y frágil” (ibid. p.53). Esta renuncia y distanciamiento constitutivos de la masculinidad explican la tendencia a devaluar a todas las mujeres en su condición de encarnaciones de aquellos rasgos que se desprecian y temen. El temor al fracaso alienta una competencia implacable entre pares en el espacio social, y carga las pilas del rechazo al homosexual:

“La homofobia es el miedo a que otros hombres nos desenmascaren, nos castren, nos revelen en nosotros mismos y al mundo que no alcanzamos los estándares, que no somos verdaderos hombres” (ibid.. p.57).

Este comportamiento reactivo resulta para este autor, en definitiva, predominante en la paradoja de la renuncia que estaría en la base de identidad masculina: el miedo de verse como afeminado dominaría ampliamente las definiciones culturales de la virilidad. Así el importante papel de “policía de género” desempeñado por los pares adolescentes, siempre bien dispuestos a “desenmascarar” los comportamientos afeminados o “poco hombres”.

Como ha podido apreciarse, la identidad masculina se muestra como una construcción social problemática; al tiempo, numerosas pistas señalan que las cosas ya no son lo que eran, en punto a la legitimación social de las pautas seculares de la supremacía masculina. Es esta última dimensión que focalizaremos ahora más de cerca.

La dominación del varón en entredicho

Ya nadie discute el papel destacado de los procesos de socialización en la constitución de las identidades de género. O más bien casi nadie: el determinismo biologista inspirado en el evolucionismo decimonónico, lejos de desaparecer, viene desplegando una sólida contraofensiva por vía del enfoque sociobiologista. Desde esta aproximación neo-darwinista se procura establecer, por ejemplo, un nexo “natural” entre agresividad y masculinidad que se expresa muy cómodamente en términos de analogías etológicas:

“Aggression has an evolutionary significance for primate societies -it allows dominant males to pass on their genes to suitable female partners, thus ensuring the survival of the group. What is functional for the baboon or chimpanzee is, therefore, equally functional for human males, provided one accepts the evidence that there is indeed a real continuity between primate and human behavior...” (Brittan 1997:114)5

El sistema de género en que los hombres dominan a las mujeres en todos los ámbitos de la vida social y privada incluye la práctica sistemática de la violencia: el silbido en la calle, el acoso en el trabajo, el ataque doméstico, yendo hasta las formas extremas de violación y asesinato por parte del “dueño patriarcal de la mujer”. Se trata sin duda de las manifestaciones más visibles y extremas de la preeminencia social del varón. Pero la mirada crítica hacia la dominación de género “tal como se muestra” en la interacción social, posibilita la inserción de aquellas manifestaciones más visibles en un marco explicativo más amplio. Numerosos investigadores se han visto llevados a enfatizar el carácter histórico de la preeminencia masculina y, de allí, a la identificación de configuraciones de género predominantes en su condición de resultantes de un proceso de organización social de las relaciones entre hombres y mujeres. Así por ejemplo el sociólogo australiano R. W. Connell, para quien la masculinidad como objeto de estudio puede desplegarse en la posición en las relaciones de género, las prácticas que estas posiciones asignan a ambos sexos y los efectos de estas prácticas “en la experiencia corporal, en la personalidad y en la cultura”. Este dispositivo analítico –sostiene Connell- permite invertir la perspectiva en que el “sentido común” coloca el hecho evidente del aplastante predominio masculino en cargos de responsabilidad social. Visto como efecto y ya no punto de partida del análisis, este predominio puede ahora percibirse en sus articulaciones con cierta “organización social de la masculinidad”. El autor señala las configuraciones de género presentes como en filigrana “...en la contratación y promoción, en la división interna del trabajo y en los sistemas de control, en la formulación de políticas, en las rutinas prácticas, en las maneras de movilizar el placer y el consentimiento” (Connell 1997:36).

Las investigaciones que inscriben la preeminencia masculina en prácticas que la organizan históricamente, tienden a orientarse hacia la identificación de manifestaciones de dominación, poder y violencia del varón sobre la mujer que materializan aquella preeminencia. Algunos autores postulan, sin embargo, que la interiorización de las pautas masculinistas de comportamiento incluyen la agresividad contra sí mismo, a lo largo del proceso de autocontrol requerido por el modelo hegemónico de varón dominante. De esta manera, la masculinidad es poder pero también limitación y debilidad. El modelo de varón dominante se interioriza como tensión emocional a lo largo de la socialización del hombre, y como tal necesita ser continuamente reforzada y confirmada en múltiples expresiones. Estas expresiones varían históricamente y según el grupo social de pertenencia: el joven de clase media podrá aspirar a un poder social derivado de su actividad profesional, económica, política, intelectual; el joven obrero manifestará su poder físico en el trabajo rudo, en el torneo deportivo, en sus músculos (Kaufman 1989).

Como pudo apreciarse, la perspectiva freudiana tiende a enfatizar el sentimiento de pérdida en la elaboración de la identidad masculina. Esta ambigüedad constitutiva de la identidad del varón se muestra en las múltiples caras de la agresión contra la mujer: esta agresión evidencia que la masculinidad sólo puede existir en oposición a la femineidad, lo que al tiempo demuestra su “fragilidad, artificialidad y precariedad” (Kaufman). Siguiendo a Giddens (1995:105-123), esta fragilidad e inseguridad fundantes de la masculinidad estuvieron históricamente camufladas bajo condiciones sociales de preeminencia masculina que permanecieron largo tiempo incuestionadas. Estas condiciones sociales pueden reducirse básicamente a cuatro: el dominio de los hombres en la esfera pública, la concepción “natural” o biológica de las diferencias sexuales, la división sexual del trabajo, la distinción entre mujeres “puras” (casables) e “impuras” (blanco de la sed inextinguible de conquistas sexuales). La economista y antropóloga colombiana Mara Viveros (1998) ha señalado la escisión de las mujeres en dos grupos: el de las “diablas” con las que se pueden tomar iniciativas eróticas, y el de las “niñas de casa” , eventualmente casaderas, para las cuales el deseo sexual se percibe como “falta de respeto”; a menudo la distinción se encuentra reforzada –y justificada- por barreras sociales.

Tal “fragilización” de la agresión masculina se presta sin duda a otras lecturas. Un pronunciado énfasis en la doble condición dialéctica del varón opresor/oprimido, víctima de su propia actividad opresora, puede llevar a una confusión entre explicación y justificación, y por ese camino, a una sutil inversión de los términos del problema. Resulta significativa, en este sentido, la advertencia de Marilyn Frye:

“Women are oppressed as women. Members of certain racial and/or economic groups and classes, both the males and the females, are oppressed as member of those races and/or classes. But men are not oppressed as men... and isn’t it strange that any of us should have been confused and mystified about such a simple thing?”6 (Frye 1997:102)

Erosión socioeconómica de una primacía ancestral

Las últimas décadas del siglo han sido escenario de cambios estructurales poco menos que espectaculares en el acceso de la mujer al mercado de trabajo así como a las instituciones educativas formales. Ya nadie niega los efectos socioculturales considerables que tales cambios traen aparejados en el plano de las relaciones de género así como de su percepción. Pero, ¿cuáles son los indicadores de estos cambios socioeconómicos y culturales recientes, en nuestra América Latina así como en Uruguay? En su introducción, el volumen comparativo del ambicioso trabajo de cuantificación Mujeres latinoamericanas en cifras resume las transformaciones en la vida de las mujeres latinoamericanas en las últimas décadas: “...el aumento de la esperanza de vida, la reducción del número promedio de hijos, el mayor nivel educacional y disminución del analfabetismo, su creciente incorporación y permanencia en el mercado de trabajo, el mejoramiento de indicadores de salud y utilización de anticonceptivos modernos, el aumento de la jefatura de hogar femenina”, entre otras. Revisemos algunos datos:7

1. El número promedio de hijos por mujer, que era cercano a 6 en los ’50, se redujo a 3 en los ’90; la edad de la madre primeriza aumenta con la escolaridad; las mujeres sin escolarizar registran un promedio superior a 6 hijos, en tanto las que poseen secundaria completa tienen entre 2 y 3 hijos.
2. Se sabe que hay un importante subregistro de la participación femenina en la actividad económica, no obstante lo cual en el período 1960-90 la tasa de actividad femenina pasó de 18.1% a 27.2%, en tanto los varones disminuyeron de 77.5 a 70.3%, lo que no impide que los ingresos por la misma actividad laboral sean claramente inferiores a los masculinos, y que el trabajo doméstico continúe siendo –por regla general- privativo de la mujer.
3. El nivel educacional de las mujeres “económicamente activas” es superior al de los hombres; se registran avances significativos en el acceso femenino a la educación (sobre todo superior) aunque el sistema escolar continúe reproduciendo los roles tradicionales de género expresados sobre todo en las orientaciones profesionales; el analfabetismo femenino ha disminuido aunque sigue siendo superior al masculino (salvo en Costa Rica).
4. La tasa de divorcios ha aumentado en toda la región (salvo en Venezuela).
5. En las áreas urbanas, el porcentaje de hogares con jefatura femenina pasó de 21 a 23.

Veamos brevemente algunos indicadores para el caso concreto de Uruguay. El porcentaje de mujeres trabajadoras urbanas mayores de 12 años rondaba el 30% en 1970, y veinte años más tarde había pasado al 44% (estos números se vuelven aún más significativos si tomamos en cuenta el conocido fenómeno de subregistro estadístico femenino). A inicios de los 90, más del 40% de la población económicamente activa de las áreas urbanas es femenina; al tiempo, la alta proporción de técnicas y profesionales mujeres (18%) en relación a la masculina (7%) muestra que aquéllas han requerido educación superior para acceder a esos puestos. Por otra parte, se registra un considerable aumento femenino en las profesiones tradicionalmente masculinas: en 1990, las médicas y abogadas equiparan a sus colegas masculinos.

Las uruguayas son hoy netamente mayoritarias en las matrículas de estudios medios y secundarios, aunque el sesgo de género se mantiene en la distribución entre distintas carreras convencionalmente “masculinas” o “femeninas”. Así, a fines de los ’80 el 60% del nivel secundario y el 55% del terciario eran mujeres, en tanto que representan sólo un 27% de estudiantes de Agronomía, un 37 en Ingeniería y un 34 en Medicina, en contraste con el 94% en Enfermería, 84% en Bibliotecología y 70% en Bellas Artes. Este acceso diferencial debe asociarse sin duda con la reproducción cultural del reparto de funciones según sexo, cuyas pautas pueden rastrearse desde las fases más tempranas de la socialización (Valdés y Gomáriz 1993).

Como puede apreciarse, se trata sin duda de cambios profundos y duraderos con fuerte impacto en la convivencia social. En contrapartida, la vigencia de un “sistema de género” históricamente asimétrico consagra desigualdades entre el creciente aporte femenino al desarrollo socioeconómico y su participación en las esferas de poder, que los cambios señalados hacen aún más visibles (y ominosas).

Estos cambios han afectado considerablemente las condiciones sociales señaladas más arriba, poniendo en entredicho la histórica “complicidad femenina” que encubría la sexualidad falocéntrica de existencia secular. Numerosos autores señalan el recrudecimiento de la violencia machista –real y simbólica- como reacción del tradicional modelo de identidad masculina que lame sus heridas y muestra los dientes. En esta dirección, se ha señalado por ejemplo la masificación de una producción de pornografía predominantemente destinada a consumo masculino; la pornografía representaría un estímulo heterosexual “de emoción baja y de alta intensidad” que alienta la fantasía de restitución del poder imperial del falo en tiempos en que se encuentra jaqueado desde múltiples trincheras. Típicamente, la pornografía exhibe en espectáculo a mujeres objeto de deseo pero nunca de amor, y rinde culto a la sexualidad episódica que constituye –desde tiempos inmemoriales- una manifestación de poder masculino. En suma, la exhibición pornográfica de mujeres pasivamente sometidas al poder de un falo erigido en sola fuente de placer –desde sus expresiones más “blandas” y masivas hasta las más violentas- alentaría la fantasía restauradora de una complicidad femenina con una identidad masculina que ha entrado en crisis (Giddens op.cit. pp.110-113).

Expresa sugestivamente el escritor chileno Marco A. de la Parra: “Si durante mucho tiempo el rol masculino tradicional hizo sufrir a la mujer, el nuevo rol femenino está abriendo nuevas heridas y no ha dejado en buen pie tampoco al hombre” (de la Parra 1996:43). Esta verdadera “crisis de masculinidad” asociada a transformaciones sociales de largo alcance ha dado lugar a investigaciones empíricas de importancia y significación crecientes. Para Viveros y Cañón (1997), por ejemplo, “...los nuevos patrones de inserción laboral de las mujeres con sus múltiples efectos sobre las formas de organización de la vida cotidiana” suponen cierta pérdida de autoridad masculina representada en la disminución de los roles de los hombres en tanto proveedores económicos. En el trabajo de Mara Viveros citado supra (1998), se percibía cierto distanciamiento relativo del antiguo modelo hegemónico “mujeriego toma-trago y peleador”, ligado a la penetración gradual del discurso igualitarista que cuestiona las relaciones jerárquicas de género, penetración enmarcada en los cambios socioeconómicos recientes en la sociedad colombiana. Isabel Hernández asocia la emergencia de las “nuevas masculinidades” en tanto fenómeno de clase media urbana de ciertos países latinoamericanos en que “...los hombres comienzan a reflexionar sobre la mejor forma de acompañar el movimiento reivindicativo de las mujeres” (Hernández 1998:2). Anotemos, por fin, una osada incursión en el terreno propositivo formulada por Gerónimo de Sierra, para quien “la creciente igualdad socioeconómica y sexual con las mujeres” no debe ser vivida con temor por los varones, que deberán recorrer “...un camino de convergencia ‘androgenizante’” que posibilite “la igualdad/horizontalidad en el plano de la amistad, del amor/admiración y del juego erótico” (de Sierra 1996:18).

Comentario final

Nuestra cultura ha sido relevada, registrada, reflexionada por hombres, al punto que su “masculinización” se nos aparece como una dimensión no sólo inseparable sino constituyente de sus contenidos sustantivos. ¿Qué tan lejos debemos ir en una “arqueología de saberes” destinada a deconstruir esta operación? La discusión acerca de las implicancias de tal circunstancia desde un enfoque inspirado por la re-socialización de las relaciones de género, no hace más que empezar. Por otra parte, ¿es pensable una nueva identidad masculina desde una equidad de género que no pasa hoy de una expectativa, pero que insinúa una conmoción social inimaginable, una virtual refundación de la civilización humana? El desafío se encuentra aún en fase exploratoria; los propios términos en que se viene formulando el problema son todavía tentativos, confusos y aun contradictorios. Tal parece la inquietante sospecha de Bourdieu:

“¿Cómo aprehender esta aparente perennidad [de la visión androcéntrica] –que contribuye por otra parte a conferir a una construcción histórica cierto aire de esencia natural- sin exponerse a ratificarla en el acto de inscribirla en la eternidad de una naturaleza?” (Bourdieu 1998:90)

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Notas

1. Revista de Ciencias Sociales No. 18. FCU, Montevideo, pp. 97-109.
2. Véase la sugestiva remisión de Kimmel (1998) a Rousseau, Tocqueville, Marx, Weber y Freud en la construcción de la “emergent definition of masculinity”.
3. Me responsabilizo por la traducción de esta y demás citas del original en francés, que transcribo directamente en español. Las citas en inglés son incluidas en el texto, y agrego mi traducción en nota al pie de página. F.G.
4. “Mi investigación sugiere que nuestro propio sentido de diferenciación o separación de los demás, así como nuestra experiencia psicológica y cultural de la interpretación de género de la diferencia sexual, son el producto de un proceso psicológico, social y cultural así como de experiencias relacionales. Sólo podemos comprender la diferencia de género y la distinción y separación humanas, en términos relacionales y situados”. Véase también: “...Such a construction (for this is what it is) is the essencial element in the establishment of male domination” (Brittan 1997:118).
5. “La agresión tiene un significado evolutivo para las sociedades de primates, ya que posibilita que los machos dominantes transfieran sus genes a las hembras más adecuadas, asegurando por esta vía la sobrevivencia del grupo. De esta manera, lo que resulta funcional para el baboon o el chimpancé, es igualmente funcional para los machos de la especie humana, si uno reconoce la clara evidencia de una continuidad real entre el primate y el comportamiento humano...”
6. “Las mujeres son oprimidas en tanto mujeres. Los miembros de ciertos grupos étnicos y/o económicos o clasistas, tanto hombres como mujeres, son oprimidos en tanto miembros de tales agrupamientos étnicos y/o clasistas. Pero los hombres no son oprimidos en tanto hombres... ¿y no resulta llamativo que una cuestión tan simple pueda mostrarse confusa o mistificada para cualquiera de nosotros?”
7. Extraídos de Valdés y Gomáriz 1995.

François Graña es docente e investigador del Area Relaciones Sociales de Género, Departamento de Sociología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de la República, Montevideo, Uruguay. Correo-e: francois@fcs1.fcs.edu.uy

La necesidad del hombre nuevo, o mejor aún, ¿su desaparición?

Por: Julián Fernández de Quero Lucerón
http://www.ctv.es/USERS/sexpol/sexpol76.pdf

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Por: Josep Vincent Marquéz
http://www.hombresigualdad.com/alienacion%20del%20varon.pdf

9 de abril de 2009

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Por: Ivonne Acuña Murillo http://piem.colmex.mx/Coloquio%20de%20estudios%20de%20genero%20a%2025%20anos%20de%20la%20fundacion%20del%20PIEM/Eje%20II.%20Politicas%20publicas/Mesa%204.%20Enfoque%20de%20genero%20en%20politicas%20publicas%20especificas/Ivonne%20Acuna.pdf Video "Hay que hilar fino con los derechos laborales de las mujeres" http://www.youtube.com/watch?v=j2DrVcq4z1M

Mujeres, eslabón más frágil, pero más productivo del capitalismo

Ponencia Ivonne Acuña Murillo, El Colegio de México
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La ciudad de las diosas, blog
http://laciudaddelasdiosas.blogspot.com/2009/01/mujeres-eslabn-ms-frgil-pero-ms.html
Género con clase, blog
Violenta redefinición del papel social de las mujeres
Por: Gladis Torres Ruíz
http://generoconclase.blogspot.com/2009/01/mujeres-eslabn-ms-frgil-pero-ms.html



















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