Por: Ivonne Acuña Murillo
Mi participación en este evento titulado “En torno al Día Internacional de la Mujer”, tiene como objetivo hablar de “El por qué del 8 de marzo”. Esto es, ¿cuál es la necesidad de que exista un “El Día Internacional de la Mujer”?. Lo expuesto enseguida es un intento por contestar esa pregunta.
Mi participación en este evento titulado “En torno al Día Internacional de la Mujer”, tiene como objetivo hablar de “El por qué del 8 de marzo”. Esto es, ¿cuál es la necesidad de que exista un “El Día Internacional de la Mujer”?. Lo expuesto enseguida es un intento por contestar esa pregunta.
“La sudadera era de color rosa, un deslavado rosa que resaltaba sobre la tierra, que la cubría casi por completo. La prenda era el vestigio de un crimen. A más de veinte metros de donde fue encontrada aparecieron los restos de la columna vertebral, un rosario de huesos desarticulados. El cráneo estaba a flor de tierra, tras unos huizaches. Una dosis más de horror: el detalle de un diente de platino con una letra “R” grabada. “El inventario de la tragedia continuó con el hallazgo de un tenis de color negro con los restos de los huesos de un pie dentro. Veinticinco metros más allá se encontró la pelvis y los despojos de las extremidades inferiores, enfundados en una pantaleta de color azul y un pantalón de mezclilla. Fueron animales de rapiña los que despojaron a ese cuerpo de la última dignidad de yacer completo”.
Esta cita fue tomada del libro Las muertas de Juárez, de Víctor Ronquillo (México, Editorial Planeta, 1999: 13), investigación periodística sobre, como su nombre lo indica, las mujeres asesinadas en Ciudad Juárez. Los restos encontrados pertenecían a la que en vida se llamara Raquel Lechuga Macías, jovencita de 16 años desaparecida en diciembre de 1995.
Lo que acaban de ver y oir es testimonio real de una de las tantas formas de violencia que sufren las mujeres en nuestro país. México se ha convertido, para vergüenza nuestra, en el centro de operaciones para lo que se conoce como Snuff Movies, películas en las cuales se ultraja sexualmente a mujeres, se las mutila y asesina para satisfacer la necesidad cada vez mayor de un grupo de hombres ricos (mexicanos y extranjeros) para quienes una película pornográfica común no es suficiente, y que con su demanda dan origen al sexo necrófilo. Las víctimas de estos atroces asesinatos son mujeres jóvenes, incluso niñas, pobres, muchas veces solas que llegan a la frontera a trabajar en las maquiladoras soñando con un mejor futuro para ellas y sus familias. Más de cuatrocientas mujeres, cuyas edades van de los 13 a los 21 años, han sido asesinadas a la fecha y más de cuatro mil están desaparecidas.
La pregunta ¿Por qué son mujeres y no hombres las víctimas? lleva a pensar en la división de la sociedad en dos sexos y en la inferiorización y vulnerabilización de uno de los dos, las mujeres, y concluir que las matan justo “por ser mujeres”, esos menudos seres, aunque las hay grandotas, que van por el mundo con “ayuda” de los hombres, pues son tontas, cobardes, poco inteligentes, poco aptas para muchas cosas, sobre todo aquellas que no tienen que ver con sus labores domésticas, como lavar trastes, barrer, cocinar, etc.
El reconocido sociólogo de la UNAM Sergio Zermeño, en su artículo “Asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez. Maquila y machismo”, que circula por la red, afirma que las asesinatos de mujeres en Ciudad Juárez son crímenes de odio, ejecutados por hombres que cobran así a las mujeres la osadía de haber salido de casa a competir con ellos en el mercado laboral, incluso a ganarles los puestos en las maquiladoras que prefieren a las mujeres por ser más fácilmente explotables pues además de recibir un salario menor que los hombres, son más dóciles y susceptibles de ser violentadas y sometidas a largas jornadas de trabajo, todo acorde con su socialización de “sexo de segunda”.
Por otro lado, no es casualidad que sean jóvenes, pobres y solas, pues de acuerdo con criterios actuales son personas que se encuentran en un cuarto grado de vulnerabilidad, a saber: son mujeres (primer grado); son pobres (segundo grado); son jóvenes (tercer grado) y muchas están solas (cuarto grado de vulneralidad). El grado de vulnerabilidad mide las desventajas sociales de un individuo, grupo, clase social frente a otro.
Pero no pensemos en México como la excepción, la desigualdad de género y con ella la discriminación, a partir de la cual se da un trato diferenciado a mujeres y hombres, en perjuicio de las primeras, atraviesa todas las culturas, todos los periodos históricos, todos los países, todas las clases sociales, todas la religiones y se presenta en múltiples formas. Según los Informes de Desarrollo Humano del PNUD (Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo), no hay ningún país del mundo en el que las mujeres dispongan de las mismas oportunidades que los hombres. Por lo general, las mujeres en todo el mundo:
· Ocupan menos cargos de responsabilidad, tanto en la política como en la economía.
· Reciben salarios inferiores a los hombres en trabajos similares (1/3 menos por trabajo igual).
· Son afectadas en mayor medida por el desempleo y cargan con la mayor parte del trabajo doméstico.
· Su tasa de participación en el mercado laboral es inferior a la de los hombres en todos los países. · Si trabajan se enfrentan a la triple jornada: a la del trabajo, a de las tareas domésticas, y a la sexual (recordar el estereotipo que venden las revistas de modas: la mujer ejecutiva, buena ama de casa y siempre dispuesta a satisfacer el apetito sexual de su pareja, sin importar si no ha descansado en todo el día, lo esperará con una cena especial, fresca y bella, toda una “supermujer”).
· Quedan relegadas a las tareas domésticas, que no son ni social ni económicamente reconocidas, o a trabajos sin cualificar, que requieren muchas horas de trabajo y poco sueldo.
· El analfabetismo les afecta más que a los hombres (dos terceras partes de los 876 millones de analfabetas en el mundo son mujres) y cuando saben leer o escribir padecen otras carencias educativas que las condenan a la realización de trabajos mal retribuidos y a la economía informal en bastantes casos.
· La pobreza les afecta en bastante mayor proporción que a los hombres, pues ellas son las que soportan las cargas del hogar y la crianza de los hijos (el 70% de los 1300 millones de pobres en el mundo son mujeres).
· Son consideradas como misteriosas, incompresibles, malas, tontas, débiles, cobardes, etc., por naturaleza. Acaso no han oido la canción que sonaba no hace mucho y que dice “A las mujeres no hay que comprenderlas, hay que amarlas”.
· En los países subdesarrollados, por lo general, son mayormente discriminadas hasta el punto de que hay países en los que no tienen acceso a la educación básica, ni a atención médica, ni derecho al trabajo (Afganistan).
· En muchos países aún, no disponen, por lo general, de capacidad jurídica y cualquier acto, ya sea casamiento, compra o venta, tienen que contar con la autorización del marido, padre o hermano mayor. Muchos puestos de la sociedad les son vetados (el famoso techo de cristal).
· Son manoseadas en la calle, incluso violadas, pues “para eso están”, “además les gusta aunque digan que no”.
· Cuando niñas son vendidas o cambiadas por un cartón de cerveza en estados como Oaxaca (Al año al menos 2 millones de niñas entre cinco y diez años son vendidas y compradas como esclavas sexuales, en el mundo).
· Son abandonadas al nacer, no son amantadas por su madre por ser niñas, en China.
· Son quemadas con ácido cuando, siendo solteras, no responden a los escarseos amorosos de algún hombre, en la India.
· Son mutilidades de sus genitales: les cortan el clítoris (ablación) a los nueve años, con latas, cuchillos sin desinfectar, una piedra afilada o cualquier objeto cortante, pues no tienen derecho al placer; la anestesia es el valor de la niña, que no debe emitir la menor queja si no quiere deshonrar a su familia (Las cifras 2,000.000 al año; 6,000 por día, 5 por minuto). Les extirpan los labios menores y mayores y se reduce el meato urinario, la función excretora se ve modificada y ello ocasiona infecciones crónicas al no poder evacuar la orina en su totalidad; les cosen los labios para aumentar el placer masculino a la hora de la penetración. Tribus africanas.
· Son hombres castrados, según Freud, varones malogrados según Aristóteles y Santo Tomás; inferiores, biológica e intelectualmente, débiles y frágiles, menos parecidas a Dios que el hombre, a pesar de que en la Biblia se dice que creo a ambos a imagen y semejanza suya, según San Buenaventura.
La desigualdad de género, como hemos visto, se expresa de múltiples formas, la más evidente es la violencia física que como mostré al principio, y en la lista que acabo de leer, puede ser tan brutal como los secuestros, violaciones, mutilaciones, asesinatos, etc. Otra modalidad, más común de lo que se piensa, es la violencia intradoméstica como la que se reporta en el periódico que está circulando. Según las últimas estadísticas del INMUJERES (Instituto Nacional de las Mujeres):
· 1 de cada 3 mujeres reporta haber sufrido algún tipo de violencia (física, sexual, verbal, económica, emocional).
· Alrededor de 1,200 mujeres al año son asesinadas por sus parejas.
· El 67% de las mujeres de 15 años y más han sufrido Violencia en cualquiera de los siguientes contextos: comunitaria, familiar, patrimonial, escolar, laboral y de pareja.
· A nivel Nacional un 43.2% de las mujeres sufrieron violencia por parte de su pareja a lo largo de la última relación.
· De las mujeres que viven con su pareja en el mismo hogar, el 44% reportó algún incidente de violencia emocional, física o sexual en los 12 meses anteriores a la encuesta (2006).
· De este 44% más de la mitad padece al menos dos tipos de violencia distintos, uno de los cuales es la violencia psicológica.
· Se calcula que en los últimos 17 años en el país, la violencia de pareja aumentó, entre 30 y 72 por ciento, y que en un solo año más de 7.000 mujeres tuvieron que ir al hospital, lo que equivale a que el 30 ciento de más de 24.000 encuestadas requirió atención médica.
· Se calcula que más del 90% de muertes violentas de mujeres son provocadas por sus parejas.
Sin embargo, a pesar de que la violencia física es la más visible, existen otros tipos de violencia más sútil ejercida por los hombres en contra de las mujeres, la verbal, por ejemplo, en la que el uso cotidiano del lenguaje tiene un papel preponderante y puede esconder la discriminación e inferiorización de las mujres. Puede ser tan aparentemente “intrascendente”, como el despersonalizar a las mujeres al referirse a ellas no por su nombre, sino por alguna de sus características o su ocupación de manera peyorativa “oye chaparra”, “oye gorda”, “oye monja”, olvidando que antes que chaparra, gorda o monja es un ser humano, con nombre y apellido. Otra forma es la utilización de un lenguaje zoes, vulgar, acompañado del doble sentido y el albur para reducirlas, intimidarlas y ofenderlas, sabiendo de antemano que la mayoría de ellas no se atreverá a constestar en los mismos términos (por supuesto este tipo de agresión va dirigida también a hombres en posición de desventaja frente a otros).
El lenguaje necesita una mención especial ya que desempeña un papel trascendental en la construcción del imaginario social y de la personalidad individual. El mismo Wittgenstein (1921) afirmó en su obra Tractatus lógico-philosophicus que los límites del lenguaje son los límites del pensamiento. Esto es, que la mentalidad colectiva y la conducta individual están condicionadas por el lenguaje. A su vez éste es reflejo de la cultura y del orden social en su conjunto. Así en todas las sociedades las lenguas muestran señas lingüísticas de la distribución de los papeles en función del sexo, del lugar de cada sexo, de la valoración asignada a unos y otras. La lengua española, por ejemplo, es androcéntrica y presenta al varón como el núcleo y punto de referencia de todo el universo y hasta puede llegar a tener tintes misóginos. De ahí la importancia de visibilizar a las mujeres a partir del uso de expresiones como ciudadanos y ciudadanas, niñas y niños, y evitar el uso del genérico “hombres” que supuestamente las incluye, cuando múltiples ejemplos históricos desmuestran lo contrario. Haciendo análisis particulares se encuentra que los sistemas lingüísticos de sociedades patriarcales presentan una clara óptica masculina y un frecuente desprecio hacia el sexo femenino. (Ver el cuadro de “Sexismo lingüístico”).
Todo lo hasta aquí referido explica el sentido de un Día Internacional de la Mujer, el cual tiene sus orígenes en el movimiento internacional de mujeres socialistas de finales del siglo XIX, cuya finalidad exclusiva era promover la lucha por el derecho al voto de las mujeres, sin ningún tipo de restricción basada en el nivel de riqueza, propiedades o educación.
El día exacto parece estar relacionado con el 8 de marzo de 1917, en el que las mujeres rusas se amotinaron ante la falta de alimentos, dando inicio al proceso revolucionario que acabaría en el mes de octubre de ese mismo año. Otras lo relacionan, al parecer erróneamente, con un incendio en la fábrica Cotton de Nueva York, cuyas trabajadoras se declararon en huelga y ocuparon la factoría. El dueño decidió cerrar las puertas, incendiándose la fábrica y pereciendo las 129 mujeres que se encontraban en su interior. Pero, sea cual sea su origen es un buen pretexto para recordar lo hecho pero sobre todo lo que falta por hacer.
Finalmente, si me preguntan ustedes por qué soy feminista, con lo dicho hasta aquí, la respuesta salta a la vista. Por supuesto no hablo de la versión vulgarizada y trasnochada del feminismo, aquella que justifica todo tipo de excesos y desviaciones, que ha trascendido entre quienes no saben o no quieren saber que muchas mujeres en el mundo se han atrevido a romper las ataduras de la tradición masculina misógina que las oprime y minimiza (incluso arriesgando su integridad física y la vida) para darnos a otras la posibilidad de estar aquí, como docentes y alumnas y no sólo como “las que sirven el café y acaso adornan el salón con su presencia”. Hablo del feminismo que es a la vez pensamiento filosófico, teoría, movimiento social, convicción. Para mí ser feminista no es buscar la oportunidad para entrar a las cantinas, para ser infiel, para vestirme como hombre, para humillar y golpear a mi marido o estar en contra de los hombres, sino asumir una posición política en contra de la discriminación y la violencia hacia las mujeres. Para mí sería inmoral, éticamente incorrecto hacerme de la “vista gorda” o “fingir demencia” -cómodamente situada en mi posición clasemediera de mujer, académica y ama de casa- ante el enorme sufrimiento humano que causa la discriminación hacia las mujeres y sus hijos e hijas. Y si ser feminista es un defecto, ¡Gracias Dios por no hacerme tan perfecta!
Aclarado el punto, cierro esta participación con un poema de Alaide Foppa, feminista, poeta y activista desaparecida en Guatemala por acción del gobierno del general Romeo Lucas García, al que se atrevió a cuestionar, el 19 de diciembre de 1980. Antes de su desaparición Alaíde formaba parte de la redacción de la revista Fem, impartía clases en la UNAM y conducía el programa radial “El Foro de la Mujer”, un espacio de denuncia, en el que campesinas guatemaltecas contaban cómo los militares llegaban a sus comunidades, mataban a sus hijos y las violaban para obligarlas a confesar dónde estaban los guerrilleros.
MUJER
Es un ser que aún no acaba de ser. No la remota rosa angelical que los poetas cantaron no la maldita bruja que los inquisidores quemaron no la temida y deseada prostituta no la madre bendita no la marchita y burlada solterona no la obligada a ser bella no la obligada a ser mala no la que sabe decir siempre sí. Es un ser que trata de saber quién es y empieza a existir.
Alaíde Foppa.
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