27 de julio de 2009

En respuesta a Mario Vargas Llosa, “El prestigio, el crédito y la legitimidad son para quien las trabaja”

Por: Ivonne Acuña Murillo

Este escrito tiene como objetivo hacer algunas puntualizaciones en torno al artículo de Mario Vargas Llosa, titulado “Prohibido prohibir”, publicado el domingo 26 de julio de 2009, en la columna Tribuna, del periódico El País, mismo que reproduzco abajo y que puede ser consultado en su versión electrónica en http://www.elpais.com/articulo/opinion/Prohibido/prohibir/elpepiopi/20090726elpepiopi_12/Tes

Vargas Llosa comienza su texto afirmando que el eslogan de los jóvenes que participaron en los movimientos de 1968, “Prohibido prohibir”, mismo que da nombre a su participación, tuvo como consecuencias no deseadas el que toda autoridad sea considerada como sospechosa y se propone probar como esto ha provocado la destrucción de la autoridad del docente frente a sus estudiantes y no la destrucción del Estado. Utiliza para ello lamentables acontecimientos y que él retoma como ejemplo, sin mediar un análisis multifactorial, y a Michael Foucault, quien desde su perspectiva aparece como el ideólogo del desastre que supone poner en duda toda autoridad. En este escrito me permito disentir de la postura de Vargas Llosa por varias razones.

Primera puntualización, los jóvenes del ’68 no estaban en contra de la autoridad como tal sino en contra del “autoritarismo” no sólo estatal (del Estado) sino social (de todas aquellas instituciones que ejercen autoridad sobre los miembros de una sociedad como la familia, la escuela, la Iglesia, etc.). Por si Vargas Llosa no conoce la diferencia entre “autoridad” y “autoritarismo”, vayan las definiciones: “autoridad” (repito el término para que no haya confusiones y sigan las malas interpretaciones) es definida por la RAE como: 1. f. Poder que gobierna o ejerce el mando, de hecho o de derecho; 2. f. Potestad, facultad, legitimidad; 3. f. Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia; 4. f. Persona que ejerce o posee cualquier clase de autoridad; y "autoritarismo” como: 1. m. Sistema fundado primariamente en el principio de autoridad; 2. m. Actitud de quien ejerce con exceso su autoridad; 3. m. Régimen autoritario. Partiendo de estas definiciones cabe preguntarse ¿contra que protestaban los jóvenes del ´68? Como aproximación cabe aclarar que no pretendían dinamitar el orden social existente, sino modificarlo. Dichas modificaciones pueden, siguiendo la estrategia retórica de Vargas Llosa, reducirse al slogan “amor y paz”, el cual puede interpretarse, para no abandonar al escritor peruano, como un llamado a hacer de éste un mundo mejor. Pero, ¿mejor cómo? De entrada, un mundo donde la guerra y la violencia no tuvieran lugar. Sin embargo, ese deseo no fue la primera expresión en la búsqueda de cambios, sino la libertad de expresión, de acción, de formación de una identidad propia, todo lo cual se encontraba limitado por el ejercicio “excesivo” de la autoridad estatal, paterna, escolar, sacerdotal, médica, etc. Por poner un ejemplo -de nuevo aparece el camino discursivo de “Don” Mario-, en México la policía podía arrestar a un joven por el hecho de tener el cabello más largo de lo “permitido”, lo cual remite a afirmar que “tener el cabello largo siendo hombre” estaba “prohibido”. También estaba prohibido, por mencionar un segundo caso, hacer manifestaciones públicas sin importar el asunto, tema o problema relacionado, por lo que el Estado podía acusar a quien así lo hiciera de “disolución social” (artículos 145 y 145 bis constitucional), delito que bien a bien podía querer decir cualquier cosa. En el ámbito privado también había prohibiciones, todas aquellas que fueran necesarias para mantener sujeta la voluntad de mujeres, jóvenes, niños y niñas a la excesiva autoridad masculina. Para concluir y volviendo a las definiciones, “prohibido prohibir” no supone el desconocimiento de toda autoridad sino una protesta en contra del autoritarismo estatal y social, en los términos aquí expuestos. Por lo que el primer argumento de "Don" Mario se viene abajo.

Segunda puntualización, los hechos expuestos por el escritor: las golpizas a profesores, los enfrentamientos entre pandillas a navajazos y palazos, los tiroteos, las violaciones sexuales, el consumo de drogas y alcohol, que presenta como resultado directo de la frase que da nombre a su escrito y por tanto de declarar toda autoridad como sospechosa, es no sólo una impresión producto de la falta de análisis sino un exceso, a propósito del autoritarismo que existe también en el espacio de las letras cuando un autor pretende tener la última palabra cuando de interpretar “la realidad” se trata. El caldo de cultivo que provoca el ambiente relatado por el autor y que sería un buen tema para alguna de sus novelas no puede reducirse a un solo factor. Él mismo al inicio de la narración habla de “las familias francesas empobrecidas que se codean” con inmigrantes de diversas nacionalidades, haciendo referencia sin quererlo a dos problemas sociales: la pobreza y la migración a los que se suman el alcoholismo, la drogadicción y el tráfico de armas, como él mismo afirma. Si se hiciera un análisis concienzudo de la relación de estos problemas con lo ocurrido dentro y fuera de las instalaciones educativas se vería que la falta de respeto a la autoridad y las agresiones dirigidas contra los docentes del liceo francés no son resultado únicamente de considerar sospechosa a todo tipo de autoridad sino de un conjunto de factores, como los ya mencionados, que provocan en los jóvenes estudiantes un sentimiento de rechazo, de falta de oportunidades, de un futuro incierto y a su vez violento en el que la escasez de recursos de todo tipo los convierte en competencia y enemigos uno del otro. En este caso, no son las luchas por lograr mayor libertad de expresión, espacios de participación y un mejor nivel de vida los que provocan una inversión negativa en los valores sino un sistema en el que el valor principal es la ganancia económica y cuyos procesos generan enormes espacios de exclusión y grupos de excluidos. En este caso, el segundo argumento de Vargas Llosa lleva a culpar a los actores de tan preocupantes eventos de aquello de lo que son víctimas y a ignorar la responsabilidad que las élites políticas y económicas tienen en el cambio de paradigmas y en el paso del Estado benefactor al Estado neoliberal que como tal ha renunciado a su deber de proteger a los sectores menos favorecidos de la sociedad y se ha aliado a los intereses de los grandes capitalistas, bajo la anuencia y complicidad de algunos intelectuales. Por cierto, es bajo este tipo de Estado que la educación y el trabajo se han convertido en mecanismos de exclusión social.

Tercera puntualización, ésta se deriva de la aclaración anterior y remite directamente a Michael Foucault y cuyo pensamiento, a decir de Vargas Llosa, no llevo al espíritu juvenil a la liberación creativa sino a convertir a los colegios en instituciones caóticas en “pequeñas satrapías de matones y precoces delincuentes”. En primer lugar, hace una generalización brutal al afirmar que todos los colegios “así liberados” son lugares sin orden ni regla. En segundo lugar, supone que la difusión de las ideas foucaultianas ha sido tal, que al menos en Francia, todos los adolescentes lo han leído y tomado como bandera de lucha para liberarse de la autoridad académica que los oprime y coarta, lo cual parece poco menos que exagerado. En tercer lugar, descontextualiza el pensamiento de Foucault al desligarlo de su crítica al Estado capitalista y las tecnologías de poder a partir de las cuales, en efecto, las instituciones -incluidas la escuela y la familia- son transformadas, en instrumentos de dominación que permiten “normalizar” a los individuos para convertirlos en sujetos productivos y explotables, necesarios para la acumulación de capital.

Cuarta puntualización, el mismo Vargas Llosa brinda los elementos para rebatir el último argumento que aquí interesa comentar y que tiene que ver con la autoridad dentro del salón de clases y que Foucault, llamado por Vargas Llosa "iconoclasta", aquel que “niega y rechaza la merecida autoridad de maestros, normas y modelos” (RAE), hace estallar en mil pedazos. Aquí se sostiene que no es esa autoridad la que Foucault cuestiona sino la utilización que de ella hacen las élites políticas y económicas en su afán por socializar a los sujetos en función de sus propios intereses. Por otro lado, parece que "Don" Mario no ha dado clases y no sabe lo que implica “estar en un aula frente a un grupo de jóvenes”. Si partimos de la acepción tomada por él para hablar de esa autoridad que “no volvió a levantar la cabeza” gracias al “prohibido prohibir” y que a la letra dice “Prestigio y crédito que se reconoce a una persona o institución por su legitimidad o por su calidad y competencia en alguna materia”, resulta que la autoridad dentro del aula es algo “que se gana”, que no se da en automático por el sólo hecho de ser nombrado por la institución educativa como el titular de una materia. Todas las personas que hemos dado clases sabemos que existe algo denominado “control de grupo” y que precisamente se relaciona con la experiencia y la habilidad para mantener la consideración de los estudiantes y su atención a los temas tratados, por lo que la autoridad del docente dentro del aula no responde a una abstracta idea de respeto, sino a su propia actitud frente al grupo, a su conocimiento y manejo de lo estudiado y su relación con la realidad que viven sus pupilos, a su forma de administrar los tiempos de atención, al respeto con el que es capaz de tratarlos y de ganar para sí mism@, no sólo a partir de un trato cordial sino de la claridad y observancia de las normas que regirán para los estudiantes y para sí, etc. En pocas palabras y parafraseando a un mexicano realmente preocupado por los menos favorecidos, “el prestigio, el crédito y la legitimidad son para quien los trabaja”.

Finalmente, me atrevo a afirmar que el artículo de Vargas Llosa es una opinión que no se fundamenta en estudios serios sobre el cambio de valores y el comportamiento de los grupos sociales que han sido excluidos del circuito capitalista de acumulación, es por el contrario una perorata, encaminada a defender el status quo aquel del que seguramente se ha beneficiado para defenderlo tan apasionadamente. Lástima que Foucault ya no esté vivo para darle una explicación que pueda entender. ¿O acaso supone que su defensa del orden existente lo acerca al Nobel?

Si quieres leer otra respuesta al mismo artículo visita http://cienciametodoysociedad.blogspot.com/

3 comentarios:

Nando dijo...

Hola Ivonne, es interesante tu análisis. Enriquece mucho el debate.

Si me permites, puede haber cierta exageración en el artículo de MVLL sobre las consecuencias de adoptar filosofías que pueden negar la validez de una autoridad. No es que Foucault haya pensado eso; es la interpretación de algunos sobre esas ideas. Y sobre todo cuando las llevan torpemente a la práctica.

Ahora, estamos hablando de problemas reales. En Barcelona y muchas partes de Europa he visto casos de alumnos que golpean a sus profesores, maltratan a sus padres y tratan a sus compañeros con brutalidad.

También existe un libro muy interesante del Juez español Calatayud Pérez que decide casos de violencia juvenil. Según él:

“Creo que en España sufrimos una crisis de valores, donde todo vale. Nos da miedo la autoridad, todo es permisible, nos hemos pasado a otros extremos. Tenemos muchos problemas de menores en nuestras casas, donde los chicos maltratan a su padres. Los menores saben de sus derechos pero no de sus deberes, y los padres vamos en contra de la sociedad si queremos imponernos ante estas conductas”,

“Entonces, por temor a adoptar una actitud autoritaria, tenemos miedo de fijar límites. El principio de autoridad debe ser interpretado como algo bueno, no es malo, sino que es fundamental en un Estado de derecho”.

Yo le creo a una persona que conoce de cerca más de mil casos por años de problemas juveniles.

Yo también apoyo la rebeldía e idealismo juvenil, el cambio de las costumbres y la desmitificación de muchos lastres sociales. Pero a condición de que se respete a la libertad de los demás. Y nunca debemos de vacilar en demandar tal libertad.

También he estado en la situación de dirigir una clase, y coincido en que las cosas deben ganarse, pero un sólo esfuerzo no es suficiente si tu contexto te tila de autoritario, anacrónico o "mala onda" cuando quieres hacer valer algo de respeto y consideración de todos hacia todos.

Me gustaría que me respondieras.

saludos

Ivonne Acuña Murillo dijo...

Estimado Nando,

Gracias por leer con atención mi artículo en torno a la postura de MVLL. Estoy de acuerdo contigo en que su lectura sobre Foucault no es la más acertada, también en torno a la realidad que representan casos de violencia dentro de las aulas de clase contra profesores y compañer@s y del desdibujamiento de la autoridad paterna y materna. Sin embargo, sigo pensando que el intento de análisis de MVLL pone el acento de manera unívoca en el idealismo y la lucha por ampliar los márgenes de libertad de los jóvenes de los 50’, 60’ y 70’ y en un filósofo, que como digo en mi artículo, no tendría tanta influencia en el comportamiento juvenil como el pretende.
Su intento por culpar a los actores de dichos actos, no porque no se les pueda imputar algún tipo de responsabilidad, sino porque deja de lado el contexto que explica, que no justifica, sus acciones.
La explicación en torno al relajamiento de las normas, los valores dentro de las familias de clase media al que haces referencia puede explicarse, por ejemplo, aludiendo al fenómeno de los llamados Baby Boomers, la generación de la postguerra que educó a sus hijos (aquellos nacidos en los sesentas y setentas) sin la rigurosa disciplina en la que fueron educados, tratando de darles todo y evitarles sufrimientos innecesarios. A eso podemos agregar el hecho de que los padres y madres tratan de mantenerse jóvenes, siguiendo nuevos modelos corporales y de comportamiento, para lo cual se ven a sí mismos no como los padres sino como los amigos de sus hij@s. En cuanto a los profesores, me parece que en muchos casos, el profesor prefiere “darle por su lado a sus alumnos” antes que perder su trabajo por una mala evaluación de éstos, sobre todo en las escuelas particulares a las que MVLL hace referencia, toda vez que para muchas instituciones privadas la matricula está antes que el profesor y su sapiencia.
Pero, la violencia a la que hace referencia MVLL va más allá de un cambio de paradigmas morales en la gente joven, sus progenitores o los profesores (él mismo menciona que los estudiantes que protagonizaron el video al que se refiere “casi siempre huérfanos, semihuérfanos, y de familias fracturadas por la desocupación, la promiscuidad, la delincuencia y la violencia de género- inadaptables o pendencieros recalcitrantes”); hace referencia a un tipo de respuesta social ante un horizonte sin futuro o donde el futuro está signado por una cada vez más inequitativa distribución de la riqueza, la falta de oportunidades, el desempleo, el hambre, la miseria, la incertidumbre.
Es fácil culpar a los grupos sociales vulnerables de lo que les pasa, en lugar de analizar la organización económica y política del mundo, en la que los verdaderos culpables de lo que pasa son las grandes corporaciones capitalistas que destruyen modos de vida, se apropian de todo lo que es de todos, condenan a pueblos enteros a la marginación y la sobrevivencia, apoyados por gobiernos nacionales cuyo único propósito es entregar la riqueza nacional a esos mismos corporativos a cambio de una posición económica que asegure su futuro y el de su familia. Por eso insisto, antes de seguir a gente como MVLL, preocupado por defender el status quo, hay que analizar el contexto social en el que esa violencia tiene lugar, buscar los factores que la provocan para entonces buscar las soluciones más adecuadas.

Saludos
Iam

Cero por la boca dijo...

El fantasma de la libertad es una muy buena película de Buñuel, este es el tema principal, usted dice que el statu quo es nocivo pero usted cree que los eres humanos tienen la inteligencia necesaria para poder vivir libres, si usted cree eso es porque ha visto muchas novelas de Ascarraga.

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