Por: Ivonne Acuña Murillo
A seis años de las elecciones
presidenciales de 2006, se reedita la guerra sucia en contra de Andrés Manuel
López Obrador. Los mismos métodos, los mismos personajes. Baste recordar que
uno de los artífices de la campaña negra fue Juan Ignacio Zavala, hermano de
Margarita Zavala, esposa de Felipe Calderón y que su otro hermano, Diego Zavala, es dueño de la empresa
Hildebrando que en el 2006 proporcionó al IFE el software para la
elaboración de la versión computarizada de la base de datos del Padrón
Electoral y para el conteo de los votos. No hay que olvidar además que Felipe Calderón Hinojosa era, al momento de las elecciones, padrino de bodas de Luis Carlos Ugalde, presidente del IFE. Por su parte, Juan Ignacio acaba de ser nombrado vocero
de la campaña de Josefina Vázquez Mota, justo en el momento que la candidata
del PAN pasa del exceso de miel en sus discursos a la descalificación y el
ataque frontal, incluso su equipo de campaña se atrevió a editar un discurso
que AMLO pronunció en su reunión en Tlatelolco con estudiantes de diversas
universidades, donde afirma que la armada no es la vía, para hacerlo decir
justo lo contrario[1],
falseando deliberadamente la verdad. A esto se suman la absurda declaración de
Ernesto Cordero, ex candidato a candidato por el PAN, en torno a que el ascenso
de López Obrador en la encuesta del Diario Reforma
provocó la devaluación del peso mexicano, lo cual ya fue desmentido por
diversos economistas, nacionales y extranjeros, que sostienen que dicha
afirmación es insostenible; y los ataques del PRI y Enrique Peña Nieto y sus
intentos por encontrar argumentos y acusaciones que ensucien la imagen del
candidato de las izquierdas y lo coloquen de nuevo como “un peligro para México”.
Los expertos
en campañas electorales aconsejan al candidato puntero, cuando su ventaja sobre
el segundo lugar es considerable, mantenerse al margen de descalificaciones y
ataques y que se concentre en dar a conocer sus propuestas de gobierno. Si éstas
son lecciones de libro y si la mayoría de las encuestas le dan a EPN una
supuesta ventaja que va de los 14 a los 20 puntos sobre AMLO, cabe preguntarse
¿Qué interés puede tener el puntero, cuya ventaja sería ya inalcanzable, para
tomarse la molestia de orquestar una campaña negra en contra de un tan lejano
segundo lugar? ¿Por qué de pronto, después de que incluso los “intelectuales”
de Tercer Grado, programa estelar de Televisa, reconocieron en López Obrador
ciertas “prendas” como su honradez, consistencia política, honestidad, etc. [2],
ahora de nuevo vuelve a ser para esta televisora y los grupos políticos y
económicos ligados a ella, un peligro ya no para México sino para sus propios
intereses?
Por lo
menos, habría tres posibles respuestas: 1. El candidato que aventaja en las
encuestas y su equipo de campaña se equivocan al perder su tiempo en atacar a
un remoto segundo lugar. 2. Los datos proporcionados por los principales
encuestadores son menos que imprecisos y se equivocan al colocar al segundo
lugar tan lejos del primero, dando la razón a la encuesta del Periódico Reforma[3],
que colocó a AMLO a 4 puntos de EPN. 3. Las encuestas mandadas a hacer por el
puntero y su partido les advierten que el supuesto segundo lugar ya no es tal y
que está a punto de alcanzar, incluso rebasar, a su candidato en las
preferencias de la ciudadanía. En este caso, es interesante observar como la
misma JVM, que afirma estar en empate técnico con AMLO, se lanza ferozmente a
denostar al candidato de las izquierdas, en lugar de sólo ocuparse del
declarado puntero. ¿Es acaso que sus encuestas le indican que ya cayó al tercer
lugar y que si no hace algo extraordinario no podrá ya salir de ahí?
Si la lógica
no miente y si la evidencia fáctica -el enorme
sentimiento anti-Peña que se ha
desencadenado o hecho evidente, a partir del ahora llamado “Viernes
negro”, o M-11 (mayo 11) en la Ibero-, tampoco lo hace, la tercera es la
respuesta más consecuente con un análisis serio del contexto político actual.
Pero, el
ataque a López Obrador no es sólo obra de la casualidad ni de una coyuntura
electoral, ni siquiera es personal, es
algo mucho más profundo, forma parte de la oculta intención de las élites en
México, y fuera de él, para no dejar llegar a la Presidencia de la República a
un candidato de izquierda, pero sobre todo a uno que se ha opuesto abiertamente
a las prácticas corruptas, antipatriotas y absolutamente inequitativas de un
grupo de personas que han hecho de los recursos que a tod@s pertenecen botín de
unos cuantos. Esta situación no es menor toda vez que supone que las
necesidades, problemas, demandas, incluso el presente y el futuro de millones
de personas en este país han sido subordinados a los intereses de una élite
nacional-mundial, ligada directamente a los grandes corporativos, que ha
llevado a sus últimas consecuencias la lógica del nuevo capitalismo que supone
la búsqueda de ganancias a cualquier
precio, convirtiendo incluso a todo tipo de vida: humana, animal, vegetal,
mineral, en una mercancía susceptible de ser vendida, comprada, marcada, traficada,
asesinada[4].
Más aún, aquellos seres humanos que no producen algún tipo de ganancia con su
trabajo “libre” o que no son captados por los grupos delincuenciales que los
someten a explotación forzada (sexual o laboral), son absolutamente excluidos
del circuito capitalista y se les deja morir por omisión. Condenados a su
suerte, millones de personas en México y el mundo mueren de hambre ante nuestra
mirada indiferente; otros tantos llevan una vida miserable, sumidos en una
horrible pobreza, mientras que los que logran escapar de esa dura realidad enfrentan
día con día el riesgo del empobrecimiento, la inseguridad y la violencia
generadas por una enorme desigualdad social. “El orden del mundo capitalista actual,
no sólo es asesino porque mata, sino que también es absurdo, porque mata y mata
sin necesidad”[5].
Es así que en
estas elecciones se enfrentan claramente dos proyectos: el neoliberal, que es
el que ha estado en funcionamiento de 1982 a la fecha (con los gobiernos del
PRI y el PAN) y que tiene en el fondo esa lógica capitalista mencionada arriba;
y un segundo proyecto, a partir del cual se busca reducir la enorme brecha de
desigualdad que pone a México al borde de un conflicto social de grandes
magnitudes. En este contexto, la guerra sucia en contra del candidato de las
izquierdas forma parte de una bien estructurada estrategia a partir de la cual
se pretenden mantener las condiciones necesarias para continuar con la maximización
de las exorbitantes ganancias económicas del 1% de la población. Para lograrlo
han reactivado algo que Michael Foucault denominó “dispositivo de poder” y que
en corto se entiende como un conjunto de discursos, instituciones,
disposiciones arquitectónicas, decisiones reglamentarias, leyes, medidas
administrativas, enunciados científicos; proposiciones filosóficas, morales,
filantrópicas, en síntesis, tanto lo dicho como lo no dicho; una especie de formación que, en un momento
histórico dado, ha tenido como función principal la de responder a una
urgencia. “El dispositivo tiene pues una función estratégica dominante”[6],
para mantener un cierto orden de cosas.
En el caso
aquí expuesto, este dispositivo se compone de los discursos desarrollados en spots,
comentarios en prensa escrita, programas de radio y televisión, primeras planas en periódicos con información falseada, mensajes en
redes sociales como Facebook y Twitter; opiniones vertidas en programas de
análisis político donde se sostiene en contra de toda evidencia fáctica que EPN
sigue siendo el candidato con la ventaja mayor sobre sus contendientes con la
intención de influir sobre las percepciones de los sujetos a partir de sostener
ideas recurrentes y sembrar en la ciudadanía la certeza de que la elección del
próximo presidente de la República ya está resuelta, intentando persuadirlos
para votar por “el ganador” o no votar cuando el razonamiento lógico sería “para
qué voto si ya se sabe quién va a ganar y no hay nada que yo pueda hacer para
cambiar las cosas”, el famoso sentimiento de inevitabilidad[7].
En este sentido las encuestas, que también juegan en la elección, abonan a fortalecer este sentimiento. A esto agregan, a partir de supuestos análisis imparciales, una afirmación: si AMLO
gana no habrá protestas, pero si pierde, como no es un buen perdedor ni un buen
demócrata con toda seguridad afirmará que se le hizo fraude. Con esto pretenden
descalificarlo y quitarle de antemano los argumentos que le permitan defenderse
en caso de que un nuevo fraude electoral tenga lugar[8].
La
manipulación de las percepciones no es el único instrumento con el que cuentan
quienes pretenden mantener el statu quo.
La construcción de la imagen telenovelera de su candidato, unida a supuestas
virtudes como el carisma, la simpatía, la bondad y su sobreexposición en
programas televisivos de gran audiencia, es otro de ellos. A todo esto hay que
añadir la permanencia de viejas prácticas partidistas como la compra y coacción
del voto, la intimidación, el acarreo, la fabricación de simpatizantes, el
derroche de recursos económicos para cubrir los gastos que todo esto supone, etc.
Un Instituto Federal Electoral (IFE) que no parece tener los suficientes elementos
legales, incluso el interés, para vigilar
no sólo que las elecciones se lleven a cabo con transparencia, sino para frenar
los excesivos gastos y las violaciones a la ley en las que incurre de manera reiterada
el partido del candidato priísta. Habrá que recordar la cuestionada actuación
de esta misma institución en las elecciones del 2006, comenzando por mencionar
que su presidente, Luis Carlos Ugalde, era compadre de Felipe Calderón Hinojosa
y que no sólo ignoró las anomalías que se dieron en muchas de las casillas
durante la jornada electoral, sino que influyó de manera directa en la negativa
a contar nuevamente los votos.
Pero si
hablamos de un dispositivo de poder, a las estrategias de uno de los más
poderosos grupos fácticos encabezado por las dos grandes televisoras y de los
partidos políticos, PRI, PVEM, PAN y PANAL, hay que añadir a otros grupos de interés
como ciertos grupos empresariales, la Iglesia, el Ejército, incluso el narco y
la delincuencia organizada que también juegan en esta elección, todos
movilizados para tratar de imponer sus propios intereses a partir de apoyos
concretos como las donaciones en dinero o en especie, la movilización y manipulación
de las conciencias, etc.
Todos se
organizan en torno a un mismo objetivo -utilizando todo tipo de recursos:
dinero, discursos, amenazas, leyes y medidas administrativas aplicadas a unos y
otros no, espacios arquitectónicos utilizados para ensalzar a uno y denostar a
otro, comparaciones con mandatarios de otros países, la amenaza de una crisis
económica, burlas, descalificaciones, ridiculización, la influencia de líderes
de opinión en todos los ámbitos de la vida social, espionaje, intimidación,
etc.- defender el statu quo, para lo
cual acuden a los más profundos valores personales y nacionales al tratar de
convencer a la población, en especial a la que vota, de que López Obrador es un
peligro para México, induciéndolos de nuevo al voto del miedo.
En el artículo
“Sociedad dividida” que me publicó la Revista Foro Multidisciplinario UIC, de la Universidad Intercontinental,
tuve oportunidad de analizar los hechos previos a la elección presidencial del
2006, así como sus resultados. Hoy encuentro grandes coincidencias en los
sucesos que se dieron entonces cuando AMLO se separó visiblemente de su más
cercano competidor, por lo que puedo afirmar que en las últimas dos semanas se
ha reeditado la campaña negra en contra de éste y que en las poco más de dos semanas
que restan para las elecciones dicha campaña se profundizará hasta niveles
extraordinarios, la razón: hay que pararlo a como dé lugar. Lo preocupante en este caso no es que de pronto
en las campañas políticas las y los contendientes se lancen acusaciones y
traten de mostrar las debilidades de su opositor, como ocurre en cualquier
democracia, sino la serie de eventos a partir de los cuales se genera una
contienda inequitativa, quitando a uno de los candidatos prácticamente la
oportunidad de competir de manera democrática y transparente por el puesto en
cuestión y a la ciudadanía la posibilidad de elegir libremente a quien ha de
gobernarla.
Ante la
organización y fuerza de las élites política y económica que pretenden decidir
quién será el próximo presidente de la República se impone por necesidad la resistencia
pacífica de una ciudadanía obligada a superar ese sentimiento de
inevitabilidad, a informarse, a denunciar todo intento por inclinar la balanza
hacia uno de los candidatos, a votar, a tomar acciones para cuidar que las
elecciones sean limpias y que respondan efectivamente a la voluntad de los
cerca de 80 millones de personas que están en posibilidad de ejercer su derecho
ciudadano a elegir a quien ha de gobernarlas por los próximos seis años.
[4] Voces contra la
globalización http://www.youtube.com/watch?v=HrS3goWqh6c
[5] Voces contra la
globalización: un mundo desigual 1 http://www.youtube.com/watch?v=j5UYOFg2H1w&feature=mr_meh&list=PLC994F61F44D56B63&lf=results_video&playnext=0 (Nota: cuando el
video termine da click en play para ver la continuación del mismo)
[6] “Contestación
al Círculo de Epistemología”, en El discurso del poder, Folios Ediciones, 1985, pp.
184-185.
[7] Barrington Moore, en su libro La injusticia: bases sociales de la
obediencia y la rebelión, hace un interesante análisis de este sentimiento
y sus consecuencias. La ficha completa es: México, Instituto de Investigaciones
Sociales-UNAM, 1989.
[8] Al respecto
consultar mi artículo “Sociedad dividida”, Foro
Muldisciplinario UIC, No. 2, Universidad Intercontinental, Octubre-Diciembre,
2006. Mismo que adjunto a este escrito en versión PDF.