29 de marzo de 2009

De por qué el feminismo debe ser considerado un humanismo

Por: Ivonne Acuña Murillo
(Publicado en el Periódico El Humanista, Centro Universitario de Integración Humanística, 2003)
Si el humanismo es un movimiento que proclama el desarrollo integral de la persona humana. Entonces, por qué luchar contra el feminismo, que como corriente de pensamiento y movimiento social busca precisamente el reconocimiento de la mujer como persona humana y en consecuencia su desarrollo integral, vinculado a su vez con el desarrollo de la otra mitad de la población, los hombres, sin los cuales las mujeres no existirían como tales y viceversa. El feminismo nace del llamado “libertad, fraternidad e igualdad”, al que las mujeres del siglo XVIII se acogieron, a pesar de que dichos preceptos no las incluyeron. Igualmente, se adhirieron a la Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano (1789), y muy pronto se dieron cuenta que tampoco fueron dictados para ellas y ni siquiera para todos los hombres, por más que se proclame su carácter universal. Sin embargo, esto no significó un obstáculo para mujeres como Olympe de Gouges (1748-1793), quien escribió Declaración de los Derechos de la Mujer (1791), donde afirmaba que si la mujer tenía el derecho de subir al cadalso, debía también tener el derecho de subir a la tribuna, murió guillotinada casi dos años después; o como Mary Wollstonecraft (1759-1797)-madre de Mary Shelley, autora de Frankenstein-, quien escribió Vindicación de los Derechos de la Mujer, (1792), como respuesta a Juan Jacobo Rousseau (1712-1778), quien en su obra Emilio o de la educación (1762), argumentaba que la mujer nació para obedecer, para halagar y servir a los demás, nunca a sí misma y que su inteligencia nunca debía ser superior a la del varón, a no ser que deje de ser mujer para tornarse hombre. En conclusión, para Rousseau, como para muchos hombres y mujeres antes y después que él, la principal razón de ser de la mujer es agradar al hombre. A lo cual, Wollstonecraft, quien murió pariendo, respondió que la situación que vivían las mujeres, al ser educadas en razón de su sexo, era aberrante y exigía que la educación fuera un derecho que permitiese a la mujer integrarse a la vida en sociedad como un ser útil y productivo. Asimismo, sostenía que si la libertad del individuo es inalienable, sólo al devolver a las mujeres su dignidad perdida, la sociedad podría declararse realmente justa. Ahora, si la vocación esencial del humanismo es educar a la persona para que alcance su desarrollo integral, entonces, ¿por qué el feminismo que busca para las mujeres la oportunidad de desarrollarse integralmente, de reconocerse como personas, de ser respetadas, de afirmar una dignidad puesta en duda por siglos, no ha de ser considerado un humanismo? El feminismo, como corriente de pensamiento, busca trascender concepciones como la expresada en la siguiente cita de Santo Tomás de Aquino (1225-1274), basada en Aristóteles, para quien la mujer era un varón deformado o atrofiado: “En relación con la naturaleza individual, la mujer es defectuosa y espuria, porque la fuerza activa de la semilla masculina tiende a la producción de una perfecta semejanza en el sexo masculino; mientras que la producción de la mujer proviene del defecto en la fuerza activa o de alguna indisposición material, o incluso de alguna influencia externa; como la de un viento del sur, que es húmedo, como lo observa el filósofo (Summa Theologica, I, q. 92, a.I.). Igualmente, pretende superar ideas que heredamos de la tradición judeo-cristiana, tales como las sostenidas por San Buenaventura (1221-1273), quien considera que la naturaleza del hombre “supera a la mujer en dignidad de origen, en fuerza para actuar y en autoridad para gobernar (...) (y que si) la imagen de Dios está menos diferenciada en la mujer (es) porque el hombre es viril y fuerte, y la mujer débil y frágil. La superioridad biológica del hombre tiene así influencia sobre su inteligencia. Hay dos funciones o facultades del intelecto: la facultad superior dirige el alma hacia Dios y hacía las cosas más altas (la superior portio rationis); esta facultad es viril, masculina, y predomina en el varón. La razón inferior vuelve el intelecto hacia los objetos externos y mudables; por lo tanto la razón inferior es afeminada e imperfecta, y predomina en el sexo femenino” (Emma Thérése Healy, 1956: 22-23). Dualidad, cuyo origen debe buscarse en los pensadores de la Grecia Clásica. En suma, para los escolásticos, Tomás de Aquino y Buenaventura, una hija era un ser inferior, una demostración viviente de la falta de capacidad vital de su padre. Concepción que por siglos ha acompañado a las familias y se ha convertido en una obsesión tanto de hombres como de mujeres, cuántas veces no hemos oído la frase “tuve tantas hijas porque estamos buscando al hombrecito” o “un hombre hace hombres”. Ideas que en casos extremos han significado, la muerte de las niñas al nacer (como en China), el abandono, la desnutrición, y la falta de instrucción (sobre todo, pero no únicamente, en países llamados “subdesarrollados”), toda vez que, en millones de hogares pobres, se da preeminencia al niño sobre la niña, sólo por mencionar algunos casos. Finalmente, si el feminismo, como movimiento, busca modificar la condición de subordinación que comparten todas las mujeres en el mundo, entendida esta condición como “creación histórica cuyo contenido es el conjunto de circunstancias, cualidades y características esenciales que definen a la mujer como ser social y cultural genérico” (Marcela Lagarde, 1989: 27), o en palabras de Jean Paul Sartre, “el conjunto de los límites a priori que bosquejan su situación fundamental en el universo” (1990 :55), ¿Podrá ser considerado una forma de humanismo? Yo afirmo que sí. El feminismo hoy no es la guerra de las mujeres contra los hombres, es la lucha de mujeres y hombres por conseguir que el mundo sea un mejor lugar, donde ambos puedan vivir como seres iguales en dignidad, en voluntad, en libertad, en inteligencia. ¿Una utopía?, tal vez, pero como toda utopía nos permite al final del camino modelar mejores seres humanos. Por tanto, el feminismo así entendido es, parafraseando a Sartre, un humanismo. Baste una cita para cerrar esta reflexión:
Mujer...Un ser que aún no acaba de serno la remota rosa angelicalno la maldita bruja...no la temida y deseada prostitutano la madre benditano la obligada a ser bellano la obligada a ser malano la que vive porque la dejan vivirno la que debe siempre decir que síun ser que trata de saber quién esy que en cada momento empieza a existir.Alaide Foppa

Nota: Las citas de Santo Tomás de Aquino y de San Buenaventura fueron tomadas de Elsa Chaney, Supermadre, La mujer dentro de la política en América Latina, México, F.C.E., 1983. La referida a San Buenaventura fue tomada a su vez por Chaney de Emma Thérése Healy, Woman According to Saint Bonaventure, Erie, Penn: Sisters of St Joseph., 1956. La cita de Jean Paul Sartre corresponde a su obra El existencialismo es un humanismo, México, Ediciones Quinto Sol, 1990 y la de Marcela Lagarde a su artículo “Enemistad y sororidad: Hacia una cultura feminista”, Memoria, Vol. IV, No. 28, sept.-oct. 1989, Centro de Estudios del Movimiento Obrero y Socialista. Perspectivas.

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